EL PRESIDENCIALISMO: ¿OTRA FORMA DE MONARQUÍA?

Por el profesor Ricardo Lagiard El mundo europeo transfirió a las Américas los mecanismos de gob...

Trelew 11 de junio de 2017 Actualidad

Por el profesor Ricardo Lagiard


El mundo europeo transfirió a las Américas los mecanismos de gobierno que había tomado de los griegos. Y los americanos, luego de largos años bajo el capricho de los monarcas, dueños de las colonias, los adoptaron.

Tanto en América del Sur como en la del Norte, hubo guerras que algunos políticos e intereses consideraron imprescindibles para que luego surgieran las democracias americanas puras, como si la sangre fuera el líquido expiatorio que lavaría las atrocidades de la conquista y daría a luz a la libertad perpetua.

Pero no sucedió así. Los países europeos conservaron su fuerte influencia política y económica sobre las jóvenes naciones y, con la excepción de los Estados Unidos y Canadá, de extracción sajona, el resto – en su mayoría latinas- fueron presa de una sucesión de gobiernos autocráticos, como si los virreyes de España o Portugal continuaran gobernando.

Las raíces de estos males no sólo están plantadas en suelo europeo. Los americanos, en especial, Argentina, tomaron como modelo la Constitución de los Estados Unidos, hecho que para ciertos historiadores era un acierto, pero que para otros, era un error mayúsculo.

Ocurre que la Constitución de los Estados Unidos establece que el Presidente, entre muchas otras importantes atribuciones, tales como declarar la guerra o conceder amnistías a condenados a muerte, es quien designa los jueces de la Suprema Corte. Y los argentinos de 1853, quizás bien inspirados, tomaron estos principios jurídicos tan delicados, y los incluyeron en su Constitución tal como los hallaron.

Conclusión: que tanto los norteamericanos como los argentinos (y muchos otros países, incluidas algunas monarquías europeas) fueron alimentando el monstruo del presidencialismo. Y el tan loable principio de la “representación de la mayoría del pueblo”, nacida en el genio filosófico de los griegos, se fue marchitando, mientras las figuras de los presidentes se agigantaban y las de los parlamentos se encogían.

Por otro lado, el absurdo más asombroso que pueda concebirse, se produce en el ámbito judicial. La Suprema Corte de Justicia debería conservar precisamente el poder que indica su denominación, esto es “por encima” (de todos), del Latín “superrimus”. Es inconcebible que quienes administran la justicia de una nación, sean elegidos arbitrariamente por el titular de otro Poder que le debería estar subordinado. Y si miramos hacia atrás, cerca o lejos, descubriremos con vergüenza y resquemor, que varios de esos titulares, por su pobreza moral, no eran dignos de tal atribución. Aún hay un par de ellos por ahí, procesados.

Una rápida ojeada a nuestro alrededor nos demostrará que esta costumbre de agigantar las figuras de los presidentes, con tanto poderío incluso sobre los cuerpos colegiados, ha ido creciendo. Si preguntamos al azar al hombre de la calle quiénes son los miembros de la Suprema Corte o quiénes se destacan en los Parlamentos o Congresos, es muy probable que los desconozcan. Pero todo el mundo sabe el nombre del Presidente (o del Primer Ministro), aunque muy pocos se enteraron de que esa persona, en lugar de manejar la nación como si fuera un monarca, debería ocuparse de ejecutar las decisiones de los cuerpos colegiados que “fueron elegidos” para representar a los Pueblos.

Curiosamente, Suiza, una nación integrada por tres etnias de diversos orígenes, con idiomas distintos, ha sido gobernada desde 1848 por un Poder Ejecutivo constituido por el “Consejo Federal de Suiza”, integrado por siete miembros de diversos Partidos. Por otra parte, el sistema de referéndum es aplicable en casos en que las decisiones del Gobierno inspiren dudas. Este país, con una densidad demográfica de 188 habitantes por km2 (Argentina tiene sólo 14), con toda esa complejidad, tiene la moneda más creíble de toda Europa y es uno de los más estables del planeta.

La Historia nos ha demostrado que los sistemas que hoy enarbolan –en especial, ciertos medios- como “democracia representativa”, sólo representan intereses de minorías. Quizás los Indignados no estén tan errados al indignarse. Quizás sea hora de acabar con los monarcas y dar lugar a los Consejos, “con mayúscula”, terminando con el lobo alfa que maneja a la manada a su antojo .

   

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