

En una noche cargada de emoción y recuerdo, Ignacio Russo decidió salir a jugar a pesar del reciente fallecimiento de su padre, el histórico entrenador Miguel Ángel Russo. Pese a que desde Tigre le ofrecieron no estar presente y respetar su duelo, Ignacio optó por ponerse la camiseta. “Voy a jugar, él hubiese querido eso. Si no, se levanta y me caga a puteadas”, declaró con honestidad y humor.


El ambiente en Rosario fue especial desde el inicio. Durante el minuto de silencio, el delantero no pudo contener las lágrimas, se arrodilló en el césped, levantó la vista al cielo y fue rodeado por sus compañeros y también por jugadores rivales. Fue una imagen que conmovió al fútbol argentino.
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A los 21 minutos del primer tiempo, Ignacio Russo marcó el primer gol del partido y desató una ovación. Luego de recibir un pase certero de David Romero, definió con el arco vacío y no celebró como de costumbre. Se abrazó con sus compañeros en un momento cargado de emoción que recorrió las tribunas.
Lejos del festejo eufórico, Nacho Russo mostró lo más íntimo: su tatuaje. Debajo del pecho, reveló la frase “Todo se cura con amor”, algo que su padre había dicho durante su lucha contra el cáncer mientras dirigía en Colombia. Esa frase quedó grabada no solo en su piel, sino en la memoria colectiva del fútbol.
Los hinchas de Newell’s reconocieron el gesto. Hubo aplausos desde todo el estadio, sin importar colores ni rivalidades. El fútbol argentino se unió en un mismo sentimiento.
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El empate de Newell’s llegó siete minutos después, con un gol de Facundo Guch. Sin embargo, la historia de la noche ya estaba escrita. Fue el gol de Russo el que quedó grabado.
El partido terminó 1 a 1, pero el resultado fue anecdótico. Lo que se vivió en el Coloso Marcelo Bielsa fue una muestra de amor, dolor y respeto. Nacho Russo transformó su duelo en homenaje.
A veces, el fútbol se convierte en algo más que un deporte. En Rosario, un hijo convirtió un gol y se reencontró con su padre. Y todos fuimos testigos de ese instante eterno.

















