
El día que un auto rompió el sonido y cambió la historia de la velocidad
Deporte28/10/2025
Sergio Bustos
La fascinación por la velocidad acompaña a la humanidad desde que existen las ruedas. De los carruajes de madera a los autos de Fórmula 1, cada avance fue un intento por ir un poco más lejos, un poco más rápido, un poco más allá de lo que parecía posible.


Sin embargo, hay momentos que rompen la historia en dos. El 15 de octubre de 1997, en el árido desierto de Black Rock, Nevada, un rugido estremeció el aire y transformó para siempre la noción de velocidad terrestre.
El protagonista fue el Thrust SSC, un coloso de acero británico diseñado para lo imposible. Con dos motores a reacción Rolls-Royce Spey 202, el vehículo alcanzó 1.227,985 km/h, atravesando el umbral del sonido. Lo hizo con Andy Green, un ex piloto de la Real Fuerza Aérea Británica, al volante.
Green no era un conductor cualquiera. Tenía entrenamiento militar, reflejos de combate y una frialdad que pocos podrían mantener a más de mil kilómetros por hora. “Sentir al auto atravesar el sonido fue como domar un trueno”, recordaría después.
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El proyecto nació de la mente inquieta de Richard Noble, un ingeniero obsesionado con la velocidad desde joven. En 1983 ya había logrado un récord con el Thrust2, pero no le alcanzó. Quería ir más allá. Así nació el Thrust SSC: un misil sobre ruedas diseñado para conquistar lo que nadie había logrado antes.
Cada detalle fue pensado con precisión quirúrgica. La aerodinámica se calculó para evitar que el auto despegara como un avión, los neumáticos se fabricaron para resistir fuerzas extremas y los sistemas de control fueron ajustados al milímetro. Todo debía funcionar con exactitud absoluta o la misión acabaría en desastre.
El día del récord, el silencio del desierto fue reemplazado por un estruendo que partió el aire. El Thrust SSC no solo rompió la barrera del sonido, también rompió una frontera simbólica: la de lo que parecía inalcanzable.
La velocidad máxima fue verificada oficialmente por la FIA, convirtiendo al Thrust SSC en el primer auto supersónico de la historia. Desde entonces, ningún otro vehículo terrestre logró repetir la hazaña.
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Intentos hubo. En 1979, el Budweiser Rocket había rozado el récord, pero sin reconocimiento oficial. Décadas después, nuevos proyectos intentaron acercarse, pero ninguno logró superar al gigante británico que rugió en Nevada.
Hoy, más de un cuarto de siglo después, el Thrust SSC sigue siendo una referencia absoluta. Su figura metálica, guardada en un museo, es testimonio de una era donde la ambición humana desafió a la física misma.
El récord no fue solo una cifra. Fue una demostración de ingenio, coraje y precisión. La velocidad, en su máxima expresión, fue también una forma de arte.
Y aunque el mundo cambió, la hazaña sigue intacta. El eco de aquel rugido todavía flota sobre el desierto. Ese día, la arena se convirtió en historia y la velocidad, en leyenda.
















