Gardel dudó del autor y el tango “Mano a mano” cambió la historia del lunfardo

Actualidad30/10/2025Sergio BustosSergio Bustos
gardel y joven
Carlos Gardel y Celedonio Flores.

“Rechifla’o en mi tristeza, te evoco y veo que has sido…”. Así comienza una de las letras más emblemáticas del tango argentino: Mano a mano. Su autor, Celedonio Flores, tenía apenas 24 años cuando escribió esos versos cargados de lunfardo, nostalgia y desamor.

Cuando Carlos Gardel leyó el texto por primera vez, dudó. “Pibe, esta letra no la escribiste vos. La escribió tu padre o tu tío”, le dijo con una sonrisa socarrona. El Zorzal Criollo no podía creer que alguien tan joven hubiera retratado con tanta crudeza el desconsuelo de un compadrito abandonado por su amor.

Por entonces, Celedonio trabajaba en el diario Última Hora, que publicaba poemas en lunfardo. Uno de ellos, Por la pinta, había llamado la atención de Gardel y de José Razzano, quienes le pusieron música a sus versos y dieron vida al tango Margot. A partir de ese encuentro, nació una de las duplas más recordadas de la historia del género.

Flores escribió Mano a mano a máquina, prolijo, con la ambición de un poeta que conocía el alma del arrabal. Gardel y Razzano reconocieron el valor del texto y decidieron ponerle música de inmediato. “Le vamos a poner música enseguida, pibe”, le dijo el Morocho del Abasto, mientras le guiñaba un ojo al joven autor.


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La letra hablaba de una “percanta” que había dejado atrás la pobreza para convertirse en “bacana”, y de un hombre que aceptaba su destino con orgullo. “Nada debo agradecerte, mano a mano hemos quedado”, decía el verso que selló su inmortalidad.

El tango se convirtió en un éxito inmediato. Gardel interpretó más de veinte obras de Celedonio Flores, entre ellas Mala entraña, Viejo smoking y El bulín de la calle Ayacucho. Sin embargo, rechazó grabar Corrientes y Esmeralda porque en su letra aparecía una ironía que lo mencionaba directamente: “Cualquier cacatúa sueña con la pinta de Carlos Gardel”.

Años después, el destino del tango daría otro giro. Tras el golpe militar de 1943, el gobierno prohibió el uso del lunfardo en las letras para “dignificar” la música nacional. La censura obligó a modificar Mano a mano, que pasó a tener una versión “pulcra”, sin jerga popular ni picardía porteña.

Esa versión comenzaba con un tono distante: “Te recuerdo en mi tristeza y al final veo que has sido, en mi existencia azarosa, más que una buena mujer”. El alma del tango se perdió entre frases medidas y moralistas.


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El intento de borrar el lunfardo no prosperó. Con el tiempo, la letra original volvió a ocupar su lugar en la memoria colectiva, con sus “percantas”, sus “otarios” y su poesía callejera. Era el idioma de un pueblo que hablaba como sentía.

Celedonio Flores murió joven, a los 50 años, en 1947, pero dejó una marca profunda en la identidad del tango. Su talento para retratar la vida del arrabal y el amor sin adornos convirtió sus versos en un retrato eterno del alma porteña.

Hoy, más de un siglo después, Mano a mano sigue sonando con la voz de Gardel y el eco de esa primera sospecha: la de un cantor que dudó del poeta, sin saber que estaba frente a una obra inmortal.

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