Rubén Montero
En una nueva emisión de "Patagónicos por el Mundo", Rubén Montero contó desde Playa del Carmen cómo sostiene su vida entre música y deporte, mientras la audiencia de la Patagonia lo sigue de cerca y celebra su camino lejos de casa. La charla unió, a través de la radio, el Caribe mexicano con los vientos del sur.
Montero contó que empieza el día con tenis y entrenamiento para esquivar el sol fuerte, y luego deja la tarde para sacar canciones y la noche para tocar en hoteles y bares, donde los “bomberazos” lo mantienen listo para subir al escenario. Así arma una rutina que combina disciplina deportiva con noches llenas de música.
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Creció en una reserva de fauna en Península Valdés, donde las noches sin luz se llenaban de guitarra y canto. Entre los viajes a la escuela y el regreso al campo, la naturaleza patagónica acompañó sus primeros pasos como músico. Ese entorno marcó para siempre su oído, su sensibilidad y su forma sencilla de contar historias.
En su juventud integró bandas de rock en Trevelin, donde los covers de rock nacional lo llevaron a escenarios de Chile y fiestas populares. Más tarde se mudó a La Plata, estudió percusión y batería y aprovechó cada show para aprender un poco más. Esos años de giras, ensayos y clínicas le dieron base técnica y confianza sobre el escenario.
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Montero contó que también trabajó en fábricas de chocolate y en guiadas de turismo, donde aprendió a llevar kayaks y excursiones por la costa. Esa experiencia le dio otra mirada sobre el esfuerzo diario y el valor de cada trabajo que aparece. Entre salidas al mar, rutas de ripio y turistas curiosos, la Patagonia siguió presente en cada temporada.
Montero decidió ir a México tras hablar con un primo y recibir una invitación a probar suerte en la Riviera Maya. Viajó con un pasaje de seis meses y, once años después, sigue en Playa del Carmen, donde la música se convirtió en su forma de vida. Lo que empezó como una prueba terminó siendo un proyecto estable junto a su compañera de ruta, Lorena.
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Explicó que la Riviera Maya ofrece un corredor de hoteles único para músicos y permite sumar varios shows por semana. También advirtió que no es simple, porque se necesitan papeles en regla, movilidad básica y puntualidad en cada presentación. Aseguró que, más allá del talento, la imagen profesional y el compromiso son claves para sostener el trabajo.
Montero contó que junto a su esposa Lorena consiguió un crédito y compró un departamento en Playa del Carmen. Entre mates y platos mexicanos, su vida cotidiana mezcla sabores caribeños con costumbres argentinas que siguen vivas en cada encuentro. La comunidad de compatriotas, las panaderías con gusto a hogar y la música ayudan a suavizar la distancia.
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Aunque valora lo que consiguió en México, reconoció que extraña la Patagonia, a su familia y el paisaje de mar y viento que marcó su infancia. Al hablar del futuro, dejó una frase que resume su deseo de regreso: “soy de ahí y voy a volver”. Mientras tanto, su guitarra sigue tendiendo puentes entre el golfo patagónico y el mar turquesa del Caribe.
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