Tinelli volvió a casa: sushi, abrazos, baile y un reencuentro animado con sus hijos

Otros Temas28/11/2025REDACCIÓNREDACCIÓN
Familia Tinelli
Familia Tinelli

La noche encontró a Marcelo Tinelli en su casa, rodeado de Juana y Francisco, en un reencuentro que dejó ver una calma que no suele mostrarse en cámara. Las fotos aparecieron en sus redes y marcaron un tono distinto, lejos del ruido habitual.

El clima se notó desde la primera imagen. Juana se apoyó en su papá en un abrazo que transmitió cercanía inmediata. Él posó con una sonrisa leve; ella, con un pañuelo negro y un gesto suave. La ciudad quedaba atrás como un detalle mínimo. “@juanitinelli1 te amo”, escribió él, dejando claro lo que la imagen ya decía.

La mesa sumó a Francisco, siempre más reservado, con su campera verde y una postura tímida que repitió más de una vez en fotos familiares. A un costado se ubicó El Tirri, que aportó el humor de siempre. Tinelli contó que la noche tuvo “un rico sushi con Fran, Juanita y El Tirri”, y la escena habló del buen clima sin necesidad de más palabras.


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La intimidad del momento quedó marcada en cada gesto. Juana salió en la foto grupal sacando la lengua, El Tirri con su estilo inconfundible y Marcelo firme en una sonrisa que parecía sostener toda la mesa. La cena avanzó entre recuerdos y charlas que, aunque no se escucharon, se intuyeron en cada imagen.

Marcelo y Juanita

Después del sushi llegó la sorpresa. Marcelo y Juana grabaron el challenge de “Vivir así es morir de amor”, en la versión intensa de Nathy Peluso, un juego que terminó de confirmar el ánimo distendido de la noche. Los dos aparecieron codo a codo, moviéndose sin pudor y con complicidad absoluta.

La escena final tuvo un toque de humor inesperado. “JAJAJAJAJA malísimo lo mío, Jua. Te amo”, escribió Marcelo sobre el video, aceptando con ironía la diferencia de habilidad entre ambos, pero celebrando la compañía.


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En ese baile breve hubo algo más que un momento viral. Juana se movió libre, con top deportivo, jeans y su pañuelo característico. Marcelo la siguió sin ritmo perfecto, pero con buena voluntad. Cada paso reforzó la conexión que quedaba a la vista desde el primer abrazo.

El reencuentro cerró la noche con una sensación de refugio. Afuera, la ciudad corría como siempre. Adentro, ellos parecían ajenos al ruido, sostenidos por guiños y un cariño visible en cada imagen subida.

La cena quedó como un recordatorio de que algunas historias familiares no necesitan grandes gestos para decirlo todo. A veces alcanza con sushi, música y un baile improvisado.

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