


El lunes se despidió a Hugo Orlando Gatti en la Legislatura Porteña. El histórico arquero de Boca Juniors falleció a los 80 años. Fue un símbolo inigualable del fútbol argentino.
Juan Román Riquelme llegó temprano para homenajearlo. El presidente de Boca se mostró conmovido ante la partida de una leyenda. Gatti tiene su estatua en La Bombonera.
El “Loco” fue ovacionado incluso en la despedida. Hubo cánticos, aplausos y lágrimas entre los fanáticos presentes. El respeto se sintió en cada rincón del lugar.
Ubaldo Fillol también participó del velorio. El exarquero de River recordó su intensa relación con Gatti. “Vengo a despedir a un amigo”, declaró con emoción.
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“Estoy muy dolido, pero me queda su recuerdo”, dijo Fillol. Compartieron décadas de clásicos, cenas y vivencias. La rivalidad quedó en la cancha, la amistad trascendió.
Gatti mantiene un récord inalcanzable en la Primera División. Jugó 757 partidos, más que cualquier otro. “Es imposible que se repita”, afirmó Fillol con certeza.
Carlos Navarro Montoya también estuvo presente. “Hugo fue quien motorizó mis sueños”, expresó con profunda admiración. El “Mono” lo consideró su ídolo de infancia.
La despedida fue íntima, pero multitudinaria. Compañeros, hinchas y periodistas se acercaron al histórico edificio. Cada uno compartió anécdotas y palabras sentidas.
El colombiano Montoya habló de su vínculo con Gatti. “Al principio fue duro conmigo, pero terminamos siendo cercanos”, dijo entre lágrimas. Valoró su evolución personal.
“En el arco deja una huella indeleble”, concluyó el Mono. La frase fue repetida por varios asistentes. Todos coinciden en que nadie lo reemplazará.
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La Legislatura se convirtió en santuario futbolero por un día. Camisetas, banderas y fotos inundaron el espacio. El “Loco” recibió un homenaje a su altura.
Familiares agradecieron el acompañamiento del público. Los hijos y nietos estuvieron presentes durante todo el velorio. Hubo abrazos, llantos y gratitud.
Gatti marcó una época con su estilo único. Irreverente, audaz y querido por muchos. Su legado trasciende generaciones.
El fútbol argentino perdió a un personaje irrepetible. Sus rivales lo amaron, sus amigos lo admiraron, su gente lo despidió como a un ídolo. El “Loco” sigue vivo en cada relato.







