

“Hemos completado con gran éxito nuestro ataque contra las tres instalaciones nucleares de Irán”, disparó Donald Trump desde su red Truth Social. El golpe fue quirúrgico, pero demoledor. Fordow, Natanz e Isfahan, los puntos más sensibles del programa nuclear iraní, fueron alcanzados por bombas estadounidenses.

“Se ha lanzado una carga completa de BOMBAS sobre la instalación principal, Fordow”, remarcó el expresidente. No dejó lugar a dudas. La intención fue paralizar la capacidad nuclear de Irán. Según expertos, si los daños fueron severos, el plan atómico persa podría retroceder varios años.
Trump no se guardó elogios para sus fuerzas armadas: “Felicidades a nuestros grandes guerreros estadounidenses. No hay otro ejército en el mundo que hubiera podido hacer esto”. La frase alimentó el tono triunfalista con el que presentó la operación.
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En la madrugada, los cielos de Irán se estremecieron. Nadie lo esperaba tan pronto. Días antes, Trump había dicho que se tomaría “hasta dos semanas” para decidir. Pero el despliegue de bombarderos B-2 hacia Guam ya era una advertencia. Estas aeronaves, capaces de cargar bombas GBU-57 —ideadas para destruir bunkers a gran profundidad—, pueden perforar lo que parece impenetrable.
Aún no está claro si esas naves participaron o si solo sirvieron de distracción. “Muchos analistas creen que fue una maniobra para confundir al régimen iraní”, comentaron desde Washington. El misterio envuelve los detalles técnicos, pero no el resultado político.
La Casa Blanca sostiene que Irán estaba a semanas de lograr múltiples armas nucleares. Por eso, la ofensiva buscó frenar esa amenaza. Desde Tel Aviv venían presionando con fuerza. Benjamin Netanyahu pedía acción. Trump cumplió.
La respuesta de Teherán fue inmediata y virulenta. El viceministro de Exteriores, Saeed Khatibzadeh, advirtió: “La participación de Estados Unidos desatará un infierno para toda la región”. Y agregó: “Esta no es su guerra. Si Trump decide meterse, será recordado como el presidente que entró donde no debía”.
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La tensión cruzó fronteras. En Yemen, los hutíes prometieron represalias. “Si Estados Unidos ataca junto con Israel, responderemos en el Mar Rojo contra sus buques”, dijo el vocero militar Yahya Sarea.
Mientras tanto, Trump insiste en que el bombardeo busca abrir el camino a la paz. “¡AHORA ES EL MOMENTO DE LA PAZ!”, escribió. Su idea: debilitar a Irán para forzar una negociación, aunque parezca lo contrario.
La comunidad internacional observa con alarma. Algunos temen una escalada sin retorno. Otros creen que el golpe puede frenar la guerra en seco. Nadie, sin embargo, lo ve como un hecho menor. Estados Unidos cruzó una línea que había evitado hasta ahora.
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“Este es un momento histórico para Estados Unidos, Israel y el mundo. Irán debe aceptar poner fin a esta guerra”, sentenció Trump, cerrando su mensaje con una mezcla de advertencia y autocomplacencia.
Las plantas nucleares atacadas —ubicadas en zonas fortificadas y de difícil acceso— eran el núcleo del proyecto atómico iraní. Si bien aún no se conoce el grado de destrucción exacto, la magnitud del ataque sugiere daños significativos.
El silencio del régimen iraní sobre los impactos reales suma incertidumbre. Algunos informes hablan de incendios subterráneos y cortes de energía prolongados. Otros aseguran que las instalaciones resistieron. Lo concreto: la guerra dio un giro drástico.








