
El goleador Sergio Rubilar revive su historia con fútbol, memoria y vocación
Deporte22/07/2025
REDACCIÓN
Sergio Rubilar, nacido en 1973 en Dolavon, vivió su infancia entre once hermanos y una pasión que tardó en materializarse: el fútbol. Fue recién a los 12 años cuando uno de sus hermanos le regaló su primera pelota, un gesto que marcaría su vida. A los seis, su familia se mudó a Puerto Madryn, donde comenzó una historia que lo llevó de las canchas de tierra al Monumental.


A los 17, Paco Urrutia lo descubrió en una liga independiente local y lo llevó directo al Deportivo Madryn, donde su talento como delantero no pasó desapercibido. Con velocidad, gol y personalidad, Rubilar se ganó un lugar rápidamente. Dos años después, con el sueño en la mochila, partió a Buenos Aires para probar suerte en River Plate.
La prueba no solo fue exitosa: quedó seleccionado y compartió plantel con nombres que marcaron época como Marcelo Gallardo, Ariel Ortega y Matías Almeyda. “Tenía a Crespo como suplente”, recuerda entre risas. Su tarde soñada fue el 11 de diciembre de 1994, cuando convirtió tres goles en la Bombonera y dejó boquiabiertos a periodistas como Víctor Hugo Morales y Tití Fernández.
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Pero no todo era gloria. Rubilar reconoce que la distancia, la falta de comunicación y el desarraigo le hicieron mella. El fútbol profesional en Buenos Aires era exigente, y la nostalgia por su familia y su tierra terminaron inclinando la balanza.
De regreso al sur, paseó su talento por clubes como Guillermo Brown, Germinal, Racing de Trelew, Dolavon y Alianza Fontana Oeste. Nunca dejó de jugar, nunca perdió la pasión. Y cuando colgó los botines a nivel competitivo, volvió a donde todo empezó: la liga barrial.
Con amigos del barrio Ruca Hue, fundó el Club Social y Deportivo 630, que brindó contención, deporte y alegría a los chicos del barrio. También fue parte de torneos de fútbol 5 y ligas Barriales. Más que goles, su objetivo era compartir el fútbol como herramienta de unión y amistad.
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Fue el primer técnico de la escuelita Rufino Echaide en Deportivo Madryn, nombre que homenajea a un histórico goleador del club. Años después, dio otro paso importante: creó la Escuela Las Bardas. “No me siento un DT, solo trato de transmitir lo que viví”, explica con humildad.

“El fútbol es un juego y hay que disfrutarlo, incluso cuando se pierde”, les enseña a los más chicos.
Hoy, Sergio Rubilar vive con la misma pasión que cuando abrazó por primera vez una pelota. Dice que espera poder jugar siempre, porque el fútbol es su vida. Para muchos, su historia no es solo la de un goleador, sino la de un tipo que eligió volver, construir y dejar algo más.
















