

“Yo a los 7 años ya era un hombre. Y a los 12 andaba en lugares pesados”, recordaba alguna vez Alberto Olmedo sobre su infancia en Rosario.


El Negro había nacido el 24 de agosto de 1933 en Pichincha, un barrio de prostíbulos y calles duras. Su padre lo abandonó y su madre, Matilde, se deslomaba para mantener a tres hijos.
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La pobreza fue su primera escuela. “Pobreza, cocina al fondo, un baño para seis piezas. Mucho frío. Y, a veces, ropa prestada”, describía. Creció entre conventillos, hacinamiento y hambre.
A los 7 empezó a trabajar: repartía verduras desde un carro al Mercado Central y luego pan en una panadería. Con 9 años se convirtió en cadete de farmacia, un “ascenso” para él.

De chico buscaba escaparse con travesuras: robar sandías de los trenes para luego usarlas como patines o repetir comuniones solo para recibir chocolate caliente con facturas.
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La adolescencia cambió su destino. A los 14 entró al teatro Comedia de Rosario pidiendo trabajo. Allí vendía entradas, limpiaba baños y aplaudía para animar al público. Alguna vez suplió a un actor y descubrió su vocación.
En 1955 llegó a Buenos Aires. En Canal 7 empezó como técnico de cables hasta que una cena de fin de año lo lanzó frente al público. Se subió a una mesa, imitó a todos y lo invitaron a sumarse al elenco.
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El Capitán Piluso, junto a Humberto Ortiz, lo consagró como figura en los 60. De ahí en más inventó personajes, protagonizó películas, teatro y su inolvidable No toca botón.
Pero la vida también lo llevó a excesos y romances. El 5 de marzo de 1988, con apenas 54 años, cayó desde un balcón en Mar del Plata. Ese día murió un hombre, pero nació la leyenda de un humorista eterno.
Fuente: Infobae


















