
Más allá del fútbol: es la historia inmortal de La Raulito, la reconocida hincha de Boca
Deporte27/08/2025
REDACCIÓN
María Esther Duffau nació el 23 de julio de 1933 en Villa Urquiza, en el seno de una familia muy humilde. Su vida cambió drásticamente cuando su padre la abandonó y su madre falleció de tuberculosis cuando ella apenas tenía seis años. Desde entonces, fue la calle la que se encargó de criarla, sin protección ni afecto.


Durante su adolescencia, el sistema la fue empujando a los márgenes. Pasó por reformatorios de menores, hospitales neuropsiquiátricos y cárceles. En cada uno de esos lugares encontró más violencia que contención.

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Para sobrevivir, empezó a modificar su aspecto físico. En un mundo hostil y machista, decidió vestirse como varón para pasar desapercibida. “Los hombres tenían mejor trato en la calle”, explicó alguna vez.
Así nació su alter ego, La Raulito, una figura inconfundible en la calle y, sobre todo, en las tribunas de La Bombonera. A fuerza de changas como canillita, lustrabotas y otras tareas informales, logró mantenerse a flote. El club Boca Juniors se convirtió en su única familia.
Su fanatismo no fue impuesto ni heredado. Ella misma decía con orgullo: “Nadie me hizo de Boca, yo sabía que esos colores me iban a dar muchas alegrías”. Y así fue: vivió por y para el Xeneize.
Gracias a su apariencia masculina, llegó a realizar una prueba en el club. Quería jugar para Boca, ser parte activa del equipo que tanto amaba. Aunque no lo logró, ese intento resumió su esencia: pasión sin límites.
No era solo una hincha, era un personaje del club. Forjó vínculos con varios planteles, compartió momentos inolvidables con jugadores y técnicos. Se ganó su respeto y cariño.
En 1975, su historia llegó al cine de la mano de Lautaro Murúa. La película “La Raulito”, protagonizada por Marilina Ross, retrató su dura vida con sensibilidad y realismo. Fue un reconocimiento popular a una figura marginal pero entrañable.
Tuvo contacto con celebridades, como Susana Giménez, quien le regaló un televisor. Cuando ya no podía ir a la cancha, lo usaba para seguir a Boca desde el geriátrico. Su pasión nunca se apagó.
Incluso llegó a conocer a Diego Maradona y compartir momentos con él. En sus últimos años, Guillermo Barros Schelotto y Rodrigo Palacio la visitaban. Le donaron una parcela en el cementerio de Boca y una silla de ruedas envuelta en azul y oro.
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Uno de sus momentos más recordados ocurrió el 13 de julio de 1980. Boca jugaba contra Estudiantes y La Raulito invadió el campo. Agarró la pelota y la pateó al arco: fue gol.
Todo el estadio estalló de emoción, aunque ella tuvo que salir corriendo para evitar a la policía. Intentó esconderse en el vestuario rival, pero fue encontrada. Aun así, quedó en la memoria de todos los que la vieron.
Murió el 30 de abril de 2008, a los 74 años, en el geriátrico Hogar Rawson. Fue velada en el hall central de La Bombonera, el lugar que más amaba. Esa noche, Boca la homenajeó con un minuto de silencio y brazaletes negros.
El equipo ganó 2 a 1 frente a Cruzeiro por la Copa Libertadores. Ese triunfo fue el mejor adiós para una hincha que convirtió su amor por Boca en una forma de vida. La Raulito no fue solo una fanática, fue una leyenda del club.
















