EL FIN DE UN SUEÑO

| ---|--- Más allá del característico dramatismo de los argentinos, la derrota de las PASO ...

Actualidad 07 de septiembre de 2019 Enrique Gil Ibarra














Más allá del característico dramatismo de los argentinos, la derrota de las PASO y los sucesos económicos ulteriores significan mucho más que una simple derrota electoral y un casi seguro cambio de signo político. Significan la derrota de un sueño, del deseo de una élite político-económica de exportar no sólo su visión del país, sino de imponer una forma de vivir la vida cotidiana al resto del país.

Por Carlos De Angelis

[caption id="attachment_127561" align="alignleft" width="160"] Carlos De Angelis[/caption]

Tres esferas: el cambio cultural

Tres de las principales esferas que constituyen el mundo social son lo político, lo económico y lo cultural. Aunque pueda resultar extraño, la gran novedad que trajo Cambiemos fue un intento de transformar el yo argentino, es decir trabajar en lo profundo de un cambio cultural. ¿Para qué se querría hacer eso? Para introducir los valores del mercado en las prácticas sociales de los individuos. Todo argentino demanda en las medidas de sus posibilidades algo (o mucho) sobre el Estado, el mismo que da o quita derechos, que decidió confiscar los depósitos bancarios en su momento, y que permite o prohíbe la compra de dólares. Ya se trate de búsqueda de protección arancelaria, grandes contratos, o subsidios en el caso de los empresarios, mejores escuelas, y hospitales en los sectores medios o planes sociales y ayudas en más vulnerables la expectativa sobre el Estado es grande.

La idea de introducir los valores del mercado se sustenta en que es la única opción para reducir la dependencia sobre el Estado. Se ha supuesto en estos años que el gran culpable de la decadencia argentina es el populismo encarnado en el movimiento creado por Juan Perón. Y el gran antídoto contra ese virus sería la introducción de la lógica del mercado, esperando que el ordenador social pase a ser la oferta y la demanda y, de esta forma, construir una nueva forma de vinculación que permita "desperonizar" a la sociedad.

"La derrota de las PASO y los sucesos económicos ulteriores significan mucho más que una simple derrota electoral y un casi seguro cambio de signo político. Significan la derrota de un sueño, del deseo de una élite político-económica de exportar no sólo su visión del país, sino una forma de vivir la vida cotidiana al resto del país".


El primer componente de este discurso de "cambio cultural" fue la búsqueda de la instalación de un orden "meritocrático" donde cada uno debería obtener los bienes y servicios necesarios para vivir de acuerdo al mérito realizado. "Hay que merecerse las cosas que uno tiene", se pontifica desde el sentido común. Desde este discurso se excluye por ejemplo a quienes reciben ayudas del Estado como los planes sociales o quienes son beneficiarios de obras públicas sin pagar los servicios correspondientes: "trabajan de planeros" o "se embarazan para cobrar la Asignación Universal por Hijo" fueron las traducciones escuchadas una y mil veces a lo largo de la década que comienza a concluir. Estas premisas golpean de lleno en la idea de "justicia social" o en la más moderna "justicia redistributiva", conceptos que pasan a ser el enemigo de los liberales televisivos que han predicado por el triunfo del mérito casi en cadena nacional en estos años con mayor o menos sofisticación.

El segundo componente es el sacrificio. Cuando el país comienza a reducirse por la combinación de la caída del producto interno y el aumento de la población, pero también por una redistribución de los ingresos hacia las elites económicas, es claro que para más gente perciba que hay menos recursos disponibles. Esto significa que se deben reducir consumos y cancelar las expectativas de un bienestar por lo menos en el corto plazo. Ahí es dónde entra a jugar la idea del sacrificio.

El sacrificio es la renuncia voluntaria, una ofrenda realizada a cambio de un futuro venturoso o, en su defecto, para evitar una calamidad. Fue el discurso predilecto del presidente Macri cuando señalaba que había que estar abrigado dentro del hogar para evitar tener que prender la calefacción. Es verdad que hubo pueblos que hicieron grandes sacrificios como cuando se racionaban los alimentos en Europa aún después de terminada la Segunda Guerra Mundial, sin embargo, en la versión criolla, y desde el discurso oficial las razones de los sacrificios fueron vinculadas al despilfarro de la era kirchnerista, pero también como una promesa de unos beneficios futuros, excepto que nunca llegarían.

 

El tercer concepto de la batalla cultural es que hay que evitar los atajos. Si existía un camino más corto para lograr mejoras económicas, ese era sindicado como envenenado, un camino falso: Adán y Eva bebiendo del fruto prohibido. Se debía tomar por el camino más largo y espinoso, sería una señal para que los demás crean en los argentinos. La premisa era que el mundo no confiaba en los argentinos y entonces, para restablecer esos vínculos y ser aceptados, se debía aceptar la penitencia. Ahí se erigía la metáfora preferida de la vicepresidenta Gabriela Michetti: la luz a final del túnel, pero esta luz era cada vez más tenue, hasta desvanecerse. El atajo terminó siendo un camino sin salida, lo que explica la angustia de gran parte de la población en estos días.

Paradigma económico y político

El modelo económico sin dudas es uno de los tópicos más transitados del proyecto macrista y, de alguna manera, bastante más sencillo y tosco que su paradigma cultural. La alianza principal del gobierno descansó sobre los sectores más concentrados del campo y por eso entre sus medidas iniciales figuraron el levantamiento del cepo cambiario heredado del gobierno de Cristina y la eliminación y/o reducción de las retenciones a las exportaciones. No en vano el presidente de la emblemática Sociedad Rural Argentina terminó encabezando el degradado Ministerio de Agroindustria.

"El macrismo se sustentó en una homogénea base social que lo sostuvo electoralmente -y unas pocas veces en las calles- y que abarca a una tercera parte de la población argentina. Este grupo soñó que Macri iba a ser quien lograra finalmente expulsar los demonios del hecho maldito del país burgués. Tendrá que esperar hasta una próxima oportunidad".


Sobre el "gesto" de un proyecto "promercado" se esperaban atraer las inversiones productivas que nadie recibió en Ezeiza. Los que llegaron en cambio fueron los capitales especulativos que aprovecharon las tasas extraordinarias que ofrecía el Banco Central contra un dólar medianamente quieto, que les permitiría obtener una renta extraordinaria y retirarse cuando las condiciones cambiaran (lo que ocurriría en abril de 2018). La apertura al capital financiero y las altas tasas de interés durante mucho tiempo ha producido la reestructuración económica del país. Una especie de darwinismo económico donde solo pueden sobrevivir quién tienen acceso a los mercados internacionales -ya sea por pertenecer al selecto mundo de los exportadores agropecuarios o por ser de las empresas multinacionales-, aunque las primeras no cambiaron sus estrategias de pedir por más devaluación, y las segundas siempre tienen la posibilidad de restructurar sus operaciones hacia otros países cuando comienza a extinguirse el mercado interno.

Con referencia a la estrategia política, y acorde con su "master plan" de desperonizar la Argentina, las primeras acciones tendieron a partir el bloque legislativo del kirchnerismo en el mismo año de su triunfo en 2015. De esta forma se logró la votación de leyes fundamentales como el pago a los bonistas remanentes (holdouts) y asegurar la afluencia de los capitales financieros. Curiosamente los únicos territorios que resultaron relevantes para la estrategia amarilla fueron la ciudad de Buenos Aires y la provincia homónima. Para el resto de las provincias del país se esperó la transformación de los gobiernos peronistas en una suerte de partidos provinciales tomando el ejemplo del Movimiento Popular Neuquino, por lo cual a los gobernadores se le suministró fondos a fin de tenerlos de aliados dentro de esa lógica.

La base está

No es posible pensar que todo este esquema sintetizado aquí, aun cuando fuera revestido por una formidable maquinaria mediática, pueda haberse construido en el aire. Por el contrario, el macrismo se ha sustentado en una relativamente homogénea base social que lo ha sostenido electoralmente -y unas pocas veces en las calles- y que abarca a nada más ni nada menos que una tercera parte de la población argentina. Este grupo soñó que Macri iba a ser quien lograra finalmente expulsar los demonios del hecho maldito del país burgués. Tendrá que esperar hasta una próxima oportunidad.

Fuente: La Política Online - 7 de septiembre del 2019

   

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