La camiseta de la Selección nace del reciclaje y de un proyecto solidario que une empresas
Detrás del fervor por la camiseta de la Selección Argentina se teje una historia inesperada, construida sobre reciclaje, trabajo cooperativo y compromiso ambiental. En Don Torcuato, la empresa textil Texcom lidera un proceso innovador que convierte botellas plásticas en fibra de poliéster reciclado, insumo clave para fabricar la prenda más icónica del país.
El material, en forma de hilado, se procesa en una planta bonaerense para abastecer a fabricantes como Sonder, responsable de vestir a la Selección y a gran parte de los equipos de Primera División. Pero el compromiso de sustentabilidad no termina ahí.
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Cada semana, los retazos de tela sobrantes son recogidos por la cooperativa de reciclaje Creando Conciencia, con base en Benavídez. Fundada hace más de 20 años por un grupo de cartoneros, la cooperativa recupera residuos para transformarlos en objetos útiles, como mates, canastos, paneras, alfombras y hasta kits escolares hechos con telgopor reciclado.
“Todo lo que recibimos tiene un nuevo uso posible. Nuestra historia comenzó en la calle, pero hoy somos 105 socios que trabajamos con trazabilidad y compromiso”, relata Ramiro Martínez al diario Clarín, presidente de la cooperativa.
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La última etapa del circuito la completa la Fundación Impulso y Encuentro, que articula esfuerzos para ampliar el impacto social del proyecto. Para los directivos de Texcom, como el jefe de marketing Maximiliano De María, este trabajo colectivo es clave para la economía circular: “Descartamos pagar para quemar los residuos. Apostamos a quien puede convertirlos en valor social”.
Texcom, con plantas también en San Luis y Tierra del Fuego, provee a marcas como Nike, Adidas, Lacoste y Zara. También elabora tejidos especiales para brigadistas de incendios y operarios de Vaca Muerta. Pero es su alianza con el sector cooperativo la que les permite transformar desperdicios en soluciones comunitarias.
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“Una camiseta hecha con tela reciclada tiene la misma calidad que una tradicional. La diferencia es el impacto ecológico positivo”, afirma De María, quien destaca que todos los procesos están certificados bajo normas internacionales de sustentabilidad.
Fuente: Diario Clarín