

El ruido empezó antes de que las luces del desfile terminaran de encender la pasarela. La gala de trajes típicos avanzaba con su colorido habitual cuando estalló una noticia inesperada: dos miembros del jurado dieron un paso al costado y dejaron el certamen bajo una nube de sospechas que recorrió Tailandia y las redes en cuestión de minutos. La edición 74 ya venía golpeada, pero este giro la dejó al borde del desconcierto total.


El primero en romper filas fue Omar Harfouch, pianista franco-libanés, quien denunció irregularidades y habló de “fraude” en una votación secreta que habría seleccionado a 30 concursantes sin intervención del comité oficial. El músico eligió Instagram para anunciar su salida y deslizó, además, la posibilidad de dar pelea en tribunales. Lo hizo con un tono directo, casi desafiante, en medio de un clima tenso alrededor de la organización.
Su planteo sorprendió por la precisión del relato y por la contundencia de las acusaciones. Según sostuvo, la preselección recayó en personas ajenas al panel responsable de evaluar a las 120 competidoras. Esa sospecha chocó con la versión de la Organización Miss Universo, que negó de forma tajante que grupos externos hayan puesto la lupa sobre las candidatas. Plantearon que existe otro panel, sí, pero dedicado a valorar proyectos sociales sin incidencia en la elección final.

La respuesta no calmó nada. En el mismo comunicado, la organización advirtió que cualquier uso posterior de su marca podría derivar en acciones legales, una advertencia directa que elevó el nivel de tensión. Harfouch redobló la apuesta y afirmó que evalúa denunciar por “abuso de poder, corrupción, engaño, incumplimiento de contrato y daños morales”.
“Fui engañado y utilizado públicamente para dar credibilidad a un proceso electoral que ya estaba viciado”, escribió el pianista, con un tono que dejó sin margen para interpretaciones. También lanzó una advertencia a los demás jueces: participar del jurado podría “implicarlos legalmente en un acto de fraude a escala mundial”.
Mientras esa bomba resonaba, otro nombre salió del panel: el exfutbolista Claude Makélélé comunicó en Instagram su renuncia sin explicaciones. El silencio aumentó la sospecha y avivó teorías sobre un malestar profundo detrás de escena. No hubo aclaraciones, solo un retiro breve que dejó más preguntas que certezas.
El certamen ya venía envuelto en polémica por los insultos de Nawat Itsaragrisil, director de la franquicia en Tailandia, hacia la representante mexicana Fátima Bosch. El episodio escaló tanto que recibió críticas de la presidenta Claudia Sheinbaum y hasta de ONU Mujeres. Las disculpas nunca alcanzaron y el clima quedó cargado.
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Ese mismo contexto hizo que la mediación de Harfouch entre Nawat y el presidente de MUO, Raúl Rocha, ganara relevancia días atrás. Posaron juntos, sonrieron para las cámaras y aparentaron calma. Hoy, con la salida del pianista del jurado, esa foto parece un retazo de una tregua fugaz.
La competencia continúa y la final sigue en pie para el viernes. La atención, sin embargo, quedó atrapada en las disputas y ya no en las candidatas, que desfilan sobre un escenario donde los trajes vibran pero la confianza cruje.

















