
El submarino nazi que duerme en Necochea y el testigo que aún recuerda a los marineros rubios
Actualidad21/11/2025
Sergio Bustos
En las costas de Necochea, un silencio salado envuelve una historia que vuelve a asomar. A metros de la boca del puerto de Quequén, descansa un submarino alemán que expertos internacionales identifican como una nave del Tercer Reich, hundido con voladura interna para borrar su rastro.


El hallazgo, impulsado por el periodista Abel Basti y validado por peritos italianos, abrió un archivo que Argentina nunca quiso revisar. “Determinamos que se trata de un submarino alemán clase nueve, transoceánico”, afirma Basti, mientras insiste en que el Estado reconozca lo evidente.
Pero la historia se vuelve humana cuando aparece Omar Cernadas, que a sus 94 años revive una escena que lo marcó de por vida. Tenía catorce cuando cinco marineros rubios, jóvenes y silenciosos, entraron en la casa de su abuela una tarde de agosto de 1945.
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“Fueron a parar a la casa de mi abuela, cinco de ellos”, recuerda Omar, con una claridad que desarma cualquier duda. Los vio de cerca. Los escuchó hablar en alemán. Los vio salir apurados cuando la curiosidad del barrio empezó a rodear la vivienda.
La abuela hablaba el idioma. El detalle pasó inadvertido en un pueblo donde todos murmuraban lo que nadie anotaba. “La gente sabía toda. Que habían llegado y que estaban averiguando en qué casa habían parado”, dice el veterano testigo.
Uno de los marineros se detuvo un segundo. Miró al chico. Le tocó la cabeza y le despeinó el pelo. “Uno de ellos cuando pasó me tocó la cabeza y me despeinó”, repite Omar, como si ese gesto hubiese detenido el tiempo.
Cuatro fueron retirados en un micro verde. Uno quedó en la ciudad. Nadie lo registró. Nadie preguntó demasiado.
La trama crece con documentos policiales que hablan de marineros armados en la estancia Moromar y oficiales intimidados. “Olvídense del tema”, fue la orden que frenó la pesquisa. El archivo se cerró. El secreto siguió vivo.
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Desde 2022, Basti y el grupo Eslabón Perdido suman pericias, imágenes submarinas y análisis navales. Identificaron periscopio, escotilla y contenedor de torpedos. El casco tiene marcas de explosión deliberada. “En un 90% se trata de un submarino nazi”, concluyó la Liga Naval Italiana.
Mientras tanto, las autoridades nacionales reducen todo a un “naufragio”, sin precisar origen, época ni rango militar. La burocracia intenta tapar lo que el mar devuelve con paciencia.
En Necochea, la historia avanza entre susurros. Algunos recuerdan haber oído de “los rubios”. Otros juran haber visto luces en la costa. Nadie se anima a poner fecha exacta al silencio.
Omar sí. Su voz se convirtió en el último hilo vivo que une a los marineros que llegaron sin rendición, sin bandera blanca y sin registro oficial. “Eran jóvenes, no pasaban de los treinta años”, insiste, como quien intenta dejar constancia antes de que el viento borre las palabras.
Bajo la superficie, el submarino permanece entero en su misterio. Y en la memoria del viejo testigo, aquel gesto simple —una mano que despeina a un chico curioso— sigue marcando la frontera inesperada entre la guerra y la calma.
















