La increíble travesía de los tehuelches exhibidos en EEUU, un viaje forzado que marcó a la Patagonia

Actualidad24/11/2025REDACCIÓNREDACCIÓN
Los tehuelches exhibidos en EEUU. Foto: Jessie Tarbox Beals / St Louis Public Library / LA NACIÓN
Los tehuelches exhibidos en EEUU. Foto: Jessie Tarbox Beals / St Louis Public Library / LA NACIÓN

La historia guarda episodios que duelen cuando se miran desde el presente, y uno de ellos tiene como protagonistas a los tehuelches meridionales que partieron desde la Patagonia hacia la Feria Universal de Saint Louis de 1904. Este grupo de seis hombres y dos mujeres fue llevado desde la reserva de Camusü Aike, embarcado en Punta Arenas y transportado miles de millas para ser exhibido ante multitudes como parte de una muestra antropológica que representaba a “pueblos primitivos”. El viaje se ocultó bajo la promesa de participación cultural, pero pronto se reveló como un espectáculo diseñado para la mirada occidental.

El diario El Comercio de Punta Arenas informó en marzo de aquel año que los integrantes de la delegación serían enviados a Liverpool antes de continuar hacia Estados Unidos. “Llevan consigo sus trajes, chozas y utensilios de uso a fin de exhibirlos con sus propias costumbres”, decía la publicación, que además destacaba que algunos ya usaban ropa de campesinos argentinos, aunque sus facciones “denunciaban la pureza de la raza patagónica”. Aquella definición reflejaba el espíritu colonialista de las exposiciones universales: medir, clasificar y mostrar.


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La Exposición Universal se organizó en el marco del centenario de la compra de Louisiana, un evento al que Estados Unidos sumó una celebración monumental. Allí se montó un escenario que reunió a delegaciones consideradas “nativas” de distintas partes del mundo: eskimales, sioux, navajos, sirios de Beirut, pueblos del sudeste asiático y grupos de África y Filipinas, todos encuadrados en la misma mirada antropológica de exotismo y jerarquización.

Los aónikenk compitieron en pruebas de destreza —lazo, salto, rodeo y lanzamiento de bolas— organizadas por el dueño del espectáculo del Salvaje Oeste. A pesar de no estar habituados a las monturas ofrecidas por los organizadores, ganaron concursos frente a vaqueros estadounidenses y mexicanos, un hecho que sorprendió al público y que fue registrado por los cronistas del evento.


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Durante los 184 días de la feria, los tehuelches compartieron espacio con otros grupos exhibidos. Retratos junto a pigmeos africanos y ainus japoneses convivieron con encuentros con figuras como Gerónimo, el célebre líder apache, y con el propio presidente Theodore Roosevelt, quien encabezó la inauguración. Pero también hubo episodios de resistencia. En una ocasión, Guéchico —el mayor del grupo— reaccionó ante el asedio de los fotógrafos y casi estranguló una cámara con trípode, una postal que quedó registrada por cronistas del evento.

Aiwak, otro de los integrantes, expresó su fastidio ante la falta de respeto con la que eran tratados. “El hombre blanco nos ha tratado mal. Muchos nos sacaron fotografías, tanto en Liverpool como en Nueva York, siempre nos las prometieron y nunca las hemos recibido”, dijo, en uno de los testimonio más directos que sobrevivieron a la experiencia. Esa frase reveló el despojo simbólico que acompañó al viaje: capturas para colecciones ajenas, sin consideración alguna por quienes posaban.


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Los organizadores veían con recelo que los tehuelches compraran ropa occidental para usar fuera de las funciones, un gesto que desarmaba la fantasía exótica que buscaban mostrar. Según el libro La antropología se va a la feria, esos momentos descolocaban al público, que esperaba hombres y mujeres congelados en el pasado.

Cuando la exposición finalizó en febrero de 1905, la delegación emprendió el regreso. En Buenos Aires, cinco de ellos fueron trasladados al Museo de Ciencias Naturales de La Plata, donde el antropólogo alemán Robert Lehmann-Nitsche realizó estudios antropométricos y registros sonoros de voces y cantos. Aquel procedimiento reflejó otra forma de extracción: la científica, que también buscaba clasificarlos y archivarlos.


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El retorno a su territorio no quedó registrado con precisión, aunque sí se conoce el destino de varios integrantes. Casimiro (Gíshgo) y Bonifacio (Aiwak) nunca volvieron a la Patagonia, mientras que Guéchico murió en alta mar durante el viaje desde Buenos Aires hacia el sur. Solo Kolojo, Sinchel, Lorenza y su hija lograron reencontrarse con los suyos en Camusü Aike y transmitir algo de lo vivido en ese periplo que los llevó desde la soledad patagónica hasta la tierra del jazz.

Fuente: Osvaldo L. Mondelo para LA NACIÓN.

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