Un robot bajó 170 metros en el Golfo Nuevo y mostró un fondo marino que nadie había visto

Actualidad08/12/2025Sergio BustosSergio Bustos
fondo marino
Fondo marino (captura de pantalla).

El 3 de diciembre de 2025 quedó anotado como una fecha especial para la ciencia marina patagónica. Whales Argentina y Mariscope concretaron un descenso inédito: por primera vez, un robot submarino bajó más de 170 metros hasta el punto más profundo de la boca del Golfo Nuevo.

La maniobra se realizó desde la embarcación Pinino VII, un clásico de las salidas en la zona. Desde esa plataforma, el equipo desplegó el sistema de robótica submarina y lo llevó a una profundidad que, hasta hoy, funcionaba como un agujero negro para el conocimiento local.

El logro tuvo un costado técnico y otro simbólico. En lo operativo, se trató de una inmersión profunda con equipo compacto y logística acotada. En lo que representa, mostró algo potente: dos pymes patagónicas pueden empujar ciencia de primera línea con recursos propios y planificación fina.

El Golfo Nuevo no es una pileta tranquila. Su forma se explica por eventos geológicos antiguos que dejaron una abertura profunda hacia el mar abierto. Ese borde, con condiciones duras y energía submarina, seguía siendo un territorio casi desconocido para el registro visual directo.


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Con esa idea, el robot bajó y empezó a registrar. El operativo consiguió filmaciones y capturas en alta definición del fondo marino, con un nivel de detalle que permite observar texturas, sustratos y presencia biológica con precisión.

A bordo se armó un equipo con perfiles distintos, algo que le dio más peso a la salida. Participaron científicos vinculados a campañas del buque Falkor, especialistas en tecnología marina, investigadores de la Universidad Nacional de La Plata y personal técnico del Ministerio de Turismo y Áreas Protegidas del Chubut.

Esa mezcla no fue decorativa. La lectura de lo que aparece en pantalla cambia cuando se juntan oceanografía, biología, tecnología y experiencia de mar. Y ahí llegó lo más fuerte: lo visto superó expectativas.

Las imágenes mostraron un ambiente de alta diversidad biológica. Se observaron organismos bentónicos en distintos sectores y señales claras de corrientes submarinas de gran energía, capaces de modelar el sedimento y dejar estructuras típicas del movimiento intenso del agua.

El fondo, además, rompió un supuesto clásico. A esa profundidad, lo esperable suele ser sedimento fino, tipo fango. Sin embargo, el registro dejó un mosaico: cantos rodados, gravas, arenas y sectores rocosos.


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Ese mix no es un detalle geológico menor. Favorece oxigenación, suma refugios, crea microhábitats y abre la puerta a una biodiversidad más rica de la que se imagina cuando se piensa en “profundidad” como sinónimo de monotonía.

En términos simples, el lugar parece vivo y dinámico. Tan dinámico que varios buzos lo entenderían al instante: si esa profundidad fuera accesible, sería un sitio de inmersión soñado por su variedad de sustratos y su potencial biológico.

La salida también se apoya en una historia previa. Whales Argentina y Mariscope ya trabajaron juntas en misiones complejas, desde búsquedas de naufragios hasta colaboraciones con NOAA en tareas de calibración de satélites atmosféricos.

Por eso, lo ocurrido en el Golfo Nuevo no se lee como golpe de suerte. Se lee como continuidad: planificación, equipo humano entrenado y una alianza que ya conoce el mar, sus tiempos y sus riesgos.

El valor de lo obtenido ahora queda en la mesa científica. Los registros van a permitir profundizar estudios sobre dinámica oceánica, biodiversidad y procesos que modelan uno de los sistemas marinos más valiosos del país.

El hito también deja un mensaje más amplio, con sello patagónico. Cuando tecnología, experiencia y compromiso se encuentran, el mar devuelve conocimiento. Y esta vez lo hizo desde 170 metros, en un punto que, hasta ayer, era puro misterio.

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