MARIO, SU PUESTO DE DULCES Y EL "POCHOCLO ROJO"

"Los chicos siempre piden pochoclos rojos, pero la gente más grande busca el pochoclo blanco, sin colorantes", cuenta Mario, mientras atiende a los clientes. Su producción es totalmente artesanal, realizada a la vista de todos.

Con el paso del tiempo, su puesto se convirtió en un punto de encuentro. “Ya conozco a la gente de Madryn, sé quién pasa caminando, quién viene a pasear y quién se queda tomando mate”, relata con una sonrisa.

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Además de turistas y locales, su puesto ha sido visitado por figuras reconocidas que pasan por la rambla. Pero lo que más lo emociona es cuando los antiguos clientes regresan con sus hijos: "Me muestran fotos de mi papá y me dicen que él les vendía pochoclos cuando eran chicos".

Con horarios que se ajustan a la temporada, Mario sigue firme en su lugar, siendo parte de la postal cotidiana de Puerto Madryn. Su historia es una de tantas que hacen del verano en la ciudad una experiencia única.

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