


Después de dos intensas jornadas de cónclave y cuatro votaciones, los 133 cardenales reunidos en la Capilla Sixtina llegaron a un acuerdo y eligieron al sucesor de Francisco. La fumata blanca que emergió de la chimenea marcó el momento histórico, mientras miles de fieles estallaban en aplausos y lágrimas en la plaza San Pedro.
El cónclave comenzó el martes 7 de mayo, en medio de un clima cargado de expectativa y simbolismo. Durante estos días, los cardenales realizaron sus deliberaciones a puertas cerradas, cumpliendo con las estrictas normas de confidencialidad que rodean a este proceso milenario. La decisión final requirió alcanzar una mayoría de dos tercios, es decir, 89 votos, algo que se logró este jueves
Aunque aún no se ha hecho el anuncio oficial del nombre, todas las miradas están puestas en el cardenal Pietro Parolin, quien lideraba las apuestas previas al cónclave. Parolin, actual Secretario de Estado del Vaticano, es considerado un hábil diplomático y figura clave en los últimos años del pontificado de Francisco. Su eventual nombramiento sería interpretado como un signo de continuidad y renovación.
La emoción domina la plaza San Pedro, donde miles de fieles se congregaron para seguir minuto a minuto la evolución del cónclave. Cuando el humo blanco comenzó a salir, las campanas de la basílica acompañaron los vítores y las oraciones de los presentes. Ahora, el nuevo papa se encuentra en el llamado “cuarto de las lágrimas”, donde se viste con los hábitos papales antes de salir al balcón central para su primera bendición.
El protocolo marca que, en los próximos minutos, el cardenal protodiácono anunciará el tradicional “Habemus papam” y dará a conocer el nombre elegido. Este será el momento más esperado, cuando el nuevo líder se asome al balcón y pronuncie su primer saludo Urbi et Orbi. La Iglesia y el mundo aguardan expectantes ese instante.
La elección de un nuevo papa siempre marca un punto de inflexión para la Iglesia Católica, que suma más de 1.300 millones de fieles en todo el planeta. El nuevo pontífice hereda una institución que enfrenta desafíos profundos, desde la crisis de credibilidad interna hasta el diálogo con otras religiones y los cambios sociales. El camino que trace será observado de cerca por creyentes, analistas y líderes políticos.







