

Otra explosión en un buque de Maersk reabre dudas sobre seguridad marítima
Actualidad09/05/2025

Una nueva emergencia sacudió al comercio marítimo global. El pasado 28 de abril, una explosión en la sala de máquinas del buque Maersk Sana dejó tres tripulantes heridos y al barco sin propulsión en alta mar.
El buque sigue a la deriva desde entonces. Ya pasaron más de siete días sin movimiento. Se encuentra en una zona segura, a más de 300 millas náuticas al este de las Bermudas.
El Maersk Sana partió desde Newark, rumbo a Singapur. Navegaba por la ruta TP11, que une Asia con la costa este de Estados Unidos. Su capacidad alcanza los 8.450 contenedores estándar.
La explosión dejó a tres tripulantes con lesiones graves. Dos fueron evacuados en helicóptero hacia un hospital de Bermudas. El tercero fue trasladado luego a Estados Unidos. Su estado sigue crítico pero estable.
El barco quedó inmovilizado en medio del océano. La empresa danesa Maersk emitió un comunicado días después. Informó que un remolcador especializado ya va en camino hacia la zona del incidente.
La operación de rescate podría tardar varios días más. El remolcador debe recorrer una gran distancia. Se espera que llegue esta semana. Mientras tanto, la nave sigue sin capacidad de maniobra.
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Maersk inició una investigación interna tras la explosión. Buscan determinar si hubo una falla técnica, un error humano o una combinación de factores. La empresa ya comenzó a revisar sus protocolos de seguridad.
“La seguridad de la tripulación es nuestra prioridad”, afirmó Maersk. El vocero señaló que reforzarán sus estándares operacionales. No se descarta un rediseño completo de sus rutinas de mantenimiento.
La nave transportaba miles de contenedores. Aunque no se detalló el tipo de carga, se cree que hay productos perecederos entre ellos. Algunos podrían ser frutas, según fuentes logísticas del sector.
La interrupción afecta a numerosos clientes. Muchos esperaban cargamentos esenciales. Otros anticipan pérdidas millonarias por demoras, productos vencidos o contratos incumplidos.
La empresa intenta contactar a todos los damnificados. Maersk evalúa rutas alternativas para reubicar las cargas. La estrategia forma parte de la alianza logística Gemini, que comparte operaciones con Hapag-Lloyd.
Este caso no es el único que afecta a Maersk. En marzo, otro buque de la misma naviera —el Maersk Saltoro— también sufrió una emergencia en altamar. El incidente ocurrió en aguas de Micronesia.
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El Saltoro quedó sin propulsión tras una rotura técnica. La tripulación intentó resolver el problema sin éxito. El barco fue declarado pérdida total luego de que fallaran las maniobras de rescate.
Transportaba más de 1.300 contenedores. La mayoría contenía productos electrónicos, alimentos y piezas industriales. El daño económico fue enorme.
Los dos episodios generan preocupación en el sector. Se discute el nivel de mantenimiento de las flotas. También se cuestiona la preparación frente a emergencias en rutas de alta exigencia.
Los expertos advierten sobre un escenario complejo. Crecen los fenómenos climáticos extremos. Aumentan las tensiones geopolíticas. La escasez de marinos capacitados agrava el problema logístico global.
La industria analiza implementar monitoreo técnico avanzado. Buscan prever fallas con sensores, inteligencia artificial y mantenimiento predictivo. La tecnología puede reducir el riesgo, pero no lo elimina.
El Maersk Sana había sido inspeccionado semanas atrás. La Guardia Costera de Estados Unidos no registró observaciones relevantes. Eso agrava la incertidumbre. “Todo parecía en regla”, indicó una fuente cercana a la revisión.
Los sindicatos exigen mejores condiciones laborales. Piden más formación para emergencias, mejores seguros y descansos adecuados. “La presión sobre las tripulaciones es cada vez mayor”, dijo un delegado de marinos.
Los analistas coinciden en que habrá más incidentes. El tráfico marítimo crece sin pausa. Las rutas se vuelven más largas. Los barcos aumentan su tamaño. Pero los sistemas de control no evolucionan al mismo ritmo.
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Las aseguradoras ya estudian el caso del Sana. Evalúan responsabilidades, daños y consecuencias legales. También buscan evitar litigios largos con los clientes afectados.
El cargamento varado representa millones de dólares. Nadie sabe aún cuánta mercadería podrá recuperarse. El paso del tiempo agrava las pérdidas.
El Atlántico no dio tregua desde el estallido. Las condiciones climáticas son adversas. El oleaje complica las tareas de asistencia. “Es un milagro que no haya más heridos”, admitió un socorrista desde Bermudas.
Maersk intenta evitar el impacto mediático. La compañía no publicó imágenes ni datos del siniestro. Pero la prensa especializada y los gremios presionan por mayor transparencia.
Los clientes piden información inmediata. Algunas empresas dependen de esos contenedores para cumplir entregas. Otras temen sanciones por demoras.
Los familiares de los heridos siguen atentos la evolución. Aún no trascendieron sus identidades. El tercer tripulante herido sigue en terapia intensiva.
La industria marítima enfrenta una crisis silenciosa. Muchos barcos envejecen sin renovación. La inversión en tecnología de prevención es escasa. “No alcanza con pasar la inspección”, opinó un especialista en derecho marítimo.
Los gobiernos también miran con preocupación. La falta de regulación global deja vacíos críticos. Cada país actúa por separado. Pero los barcos no respetan fronteras.
El Maersk Sana sigue inmóvil en el océano. Los remolcadores aún no lo alcanzaron. Las respuestas no llegaron. Y el mundo flota, otra vez, entre dudas y demoras.







