


“Nos vienen amenazando hace un año y medio con el cierre”. Esa frase resume el estado de ánimo que atraviesan los trabajadores de Vialidad Nacional en todo el país. En Chubut, el Distrito 13 de Trelew no es la excepción. Este martes realizaron una asamblea cargada de tensión, en la que definieron pasos a seguir ante los fuertes rumores de avance en el decreto que eliminaría por completo al organismo. La alarma es total. Este miércoles se volverán a reunir. Saben que el tiempo corre y que el riesgo es alto.


Soledad García, secretaria general de la Seccional Chubut de Vialidad Nacional, fue una de las voces más firmes durante el encuentro. Señaló que el miedo no es nuevo. Dijo que viven bajo amenaza desde hace más de un año. Aseguró que el temor se incrementó en los últimos días, cuando les comunicaron que en junio se terminan las facultades de la Ley de Bases, y que antes de esa fecha el Gobierno podría firmar el decreto que derogaría el Decreto 505 del 58. Ese decreto es el que le da sustento institucional a Vialidad Nacional. Sin él, no quedaría nada.
“Desaparece Vialidad Nacional directamente”, afirmó García. Explicó que al desaparecer el organismo, los trabajadores quedarían automáticamente fuera de cualquier relación de dependencia. No tendrían a quién reclamar. No habría más estructura. No habría más trabajo. Todo se terminaría de un plumazo. Es por eso que decidieron organizarse, informarse y actuar.
En el encuentro se habló de paritarias, de salarios, de despidos, pero sobre todo se habló de miedo. Un miedo que no los paraliza, pero que los agota. Dijeron que desde octubre no tienen actualización salarial. Las paritarias fueron mínimas. Solo un 2 por ciento. Los sueldos no alcanzan. “Hoy estamos cobrando menos que un empleado de comercio”, dijeron.
“Ya no podemos mantener a nuestras familias”, advirtió una trabajadora durante la asamblea. Lo hizo con la voz quebrada, frente a compañeros que asentían en silencio. La angustia atraviesa a todo el sector. Muchos tienen más de veinte años de carrera. Otros ingresaron hace poco. Todos temen perder lo que construyeron. Nadie sabe con certeza qué va a pasar.
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La asamblea del martes se realizó en un clima de unidad, pero también de tensión interna. La presión por participar en las medidas es alta. Pero también es alta la presión por no hacerlo. “Si parás, no sabés si te van a echar. Si no parás, sentís que no estás luchando por tu trabajo”, explicaron.
“Vivimos con este miedo constante y permanente”, reconocieron varios trabajadores. Nadie quiere quedar afuera. Nadie quiere ser cómplice del silencio. Pero tampoco quieren arriesgar su sustento. La encrucijada los ahoga. Y el silencio del Gobierno nacional empeora todo. No hay señales claras. Solo versiones. Solo rumores. Solo miedo.
Frente a esa incertidumbre, los trabajadores recordaron otro momento oscuro. Volvieron a mencionar el año 2001. En ese momento también se habló de un decreto similar. Pero no se firmó. No avanzó. Porque todos se movilizaron. Porque todos se unieron. Así lo relataron los más antiguos.
“No importaba el sindicato ni la jerarquía”, contaron. La clave fue la unidad. Todos empujaban para el mismo lado. Todos defendían el mismo derecho. Todos sabían que si no estaban juntos, los iban a borrar. Esa memoria colectiva volvió a escena como ejemplo. Como esperanza. Como advertencia.
Los delegados sindicales apelaron a esa historia para construir fuerza. Dijeron que no alcanza con una asamblea. Que no alcanza con reclamar sueldos. Que hay que salir. Que hay que hablar. Que hay que convencer al resto. Que la única manera de frenar esto es con unión, con presencia y con convicción.
Pidieron también un gesto del gobierno de la Provincia de Chubut. Hasta ahora no hubo ninguna declaración pública sobre el posible cierre del organismo. Ninguna voz del Ejecutivo se pronunció a favor de los trabajadores. Ese silencio duele. Ese silencio también inquieta.
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“Sería muy bueno que la Provincia se pronuncie a favor nuestro”, plantearon. Saben que un respaldo institucional puede hacer la diferencia. Puede frenar una decisión. Puede abrir una negociación. Pero ese apoyo no aparece. Al menos por ahora.
Mientras tanto, los trabajadores planifican una nueva asamblea para este miércoles. Allí podrían definirse nuevas medidas. No se descarta una movilización. Tampoco una protesta abierta en los medios. Están buscando todas las vías posibles para visibilizar lo que les pasa. No quieren ser noticia solo cuando los echen.
“Estamos cansados, con miedo, pero no vamos a dejar de luchar”, dijo una trabajadora antes de cerrar la reunión. El aplauso fue unánime. Duró varios segundos. Sirvió como descarga. Como catarsis. Como recordatorio de que todavía están juntos.
El cierre de Vialidad Nacional afectaría mucho más que a sus empleados. Las rutas quedarían sin mantenimiento. Las obras se paralizarían. Las provincias deberían asumir funciones que no tienen ni recursos ni estructura para sostener.
“No solo perderíamos nuestros trabajos. También perdería el país”, concluyeron los trabajadores del Distrito 13. La frase resonó fuerte. Como un diagnóstico. Como una advertencia. Como una verdad incómoda.
El martes terminó con sabor amargo. Pero también con decisión. Saben que se viene una etapa difícil. Que el Gobierno quiere recortar. Que los trabajadores del Estado son los primeros apuntados. Que Vialidad Nacional es una estructura que molesta. Que cuesta. Que estorba.
Pero también saben que sin rutas, no hay transporte. Que sin obras, no hay seguridad. Que sin planificación vial, no hay futuro. Y que sin trabajadores, no hay país posible.
Por eso no van a resignarse. Por eso van a seguir en alerta. Por eso van a volver a reunirse este miércoles. Porque creen que la historia puede repetirse. Que la unidad puede frenar lo que parece inevitable.
Y porque no quieren ser un número en una planilla. Quieren seguir siendo parte de un Estado que funcione, que mantenga, que construya, que no se rinda.









