Confirman que el tiranosaurio Rex no es oriundo de América

Actualidad13/06/2025Sergio BustosSergio Bustos
tiranosaurio rex
El tiranosaurio Rex.

El linaje del T. Rex no nació en América. Un nuevo estudio confirmó que su origen se encuentra en Asia, desde donde migraron sus ancestros durante el Cretácico, cruzando un puente terrestre entre Siberia y Alaska.

La investigación analizó fósiles, árboles genealógicos y clima prehistórico. Fue realizada por un equipo internacional, con participación del University College London y del Museo Argentino de Ciencias Naturales.

El cruce continental se dio hace más de 70 millones de años. En ese momento, los tiranosauroideos asiáticos ingresaron a América del Norte por el norte del continente, antes de la formación definitiva de los océanos actuales.

El Tyrannosaurus Rex evolucionó luego en Laramidia. Esta era una franja terrestre ubicada en la costa oeste de América del Norte, donde floreció esta especie gigantesca durante los últimos millones de años del Cretácico.

Los tiranosaurios ocuparon un nicho ecológico clave. La extinción de grandes depredadores anteriores, como los carcharodontosáuridos, abrió un espacio en la cima de la cadena alimentaria que aprovecharon rápidamente.

El evento climático fue crucial para su éxito. Hace unos 92 millones de años, la Tierra sufrió un descenso térmico global que extinguió a muchos depredadores, pero permitió la expansión de especies más adaptables.

El T. Rex fue uno de los más exitosos. Alcanzó hasta nueve toneladas de peso y se volvió el ícono de la megafauna depredadora. Su tamaño colosal le otorgó dominio absoluto sobre su ecosistema.


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Los megaraptores también surgieron de Asia. Este grupo emparentado con los tiranosaurios tomó otro camino evolutivo. Se dispersó hacia el hemisferio sur, adaptándose a ambientes diferentes.

Los megaraptores tenían cuerpos más livianos y garras enormes. Llegaban a los diez metros de largo, con cráneos delgados, brazos largos y una morfología muy distinta a la del T. Rex.

Se instalaron en Gondwana y dominaron nuevos continentes. El estudio indica que llegaron a Sudamérica, Australia e incluso a la Antártida, donde no competían directamente con tiranosaurios.

Argentina registra fósiles importantes de megaraptores. En la Patagonia se hallaron restos que permiten reconstruir su estructura física y confirmar su rol dominante en los ecosistemas del sur.

Los investigadores notaron diferencias evolutivas marcadas. Mientras los tiranosaurios se especializaron en fuerza bruta, los megaraptores desarrollaron estrategias más ágiles y cerebros relativamente más grandes.

Ambos grupos aprovecharon las condiciones climáticas. La adaptación a temperaturas más frías fue una ventaja evolutiva. Probablemente tuvieron plumas y un metabolismo más activo que otros dinosaurios.

El enfriamiento global favoreció a estos predadores. Mientras muchas especies no sobrevivieron, tiranosaurios y megaraptores se expandieron con fuerza y se impusieron en diversos hábitats.

El estudio reconstruyó rutas de migración precisas. Utilizó modelos matemáticos, datos climáticos y comparaciones morfológicas para determinar cómo y cuándo cruzaron los continentes.


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El vínculo entre Tarbosaurus y T. Rex se refuerza. Ambos muestran rasgos similares. Tarbosaurus vivía en Asia y representa uno de los parientes más cercanos del tirano rey.

Los fósiles pueden reescribir esta historia otra vez. Muchos restos aún no fueron descubiertos. El equipo sugiere que Asia podría esconder piezas clave para entender el origen del T. Rex.

Los megaraptores aún son poco conocidos. Sus fósiles son escasos y fragmentarios. Europa y África presentan registros débiles. Sudamérica aporta los ejemplares más completos hasta el momento.

Cada descubrimiento modifica lo que se creía cierto. Los científicos advierten que nuevas piezas pueden alterar toda la narrativa sobre la evolución de los grandes depredadores del Mesozoico.

La competencia ecológica impulsó su gigantismo. Al eliminar rivales, estas especies pudieron crecer sin limitaciones. Esto explica su éxito y su tamaño, comparable al de un tanque moderno.

El trabajo científico fue interdisciplinario. Reunió paleontólogos, modeladores y climatólogos de varias partes del mundo. Su objetivo fue ofrecer una visión integral y global del fenómeno evolutivo.

El T. Rex fue producto de un proceso complejo. Su ascenso no fue azaroso. Combinó migración, adaptación, clima, biogeografía y extinciones previas para consolidarse como depredador dominante.

Los megaraptores son su reflejo en el sur. Aunque diferentes, ocuparon roles similares. Su historia muestra que la evolución repite fórmulas bajo presiones ambientales parecidas.

La fragmentación continental favoreció la diversidad. Gondwana se dividía lentamente. Eso aisló poblaciones, generó nuevas especies y permitió la diferenciación de linajes como el de los megaraptores.


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Los cambios ambientales actuaron como motor evolutivo. Cada variación climática forzó adaptaciones. Quienes no se adaptaron desaparecieron. Quienes lo lograron, reinaron.

Las plumas pudieron ser clave en su éxito. No servían para volar, pero regulaban la temperatura. Eso les dio una ventaja cuando el mundo dejó de ser cálido.

El T. Rex simboliza el poder prehistórico. Pero su historia no empezó en América. Su linaje vino del otro lado del planeta, desde tierras lejanas, hace más de 70 millones de años.

Los científicos llaman a mirar a Asia. Sospechan que allí yacen los fósiles de los verdaderos antecesores del rey de los dinosaurios, aún enterrados, esperando contar el capítulo inicial.

Cada hueso puede cambiar todo. La paleontología lo demuestra. Lo que hoy parece cierto, mañana puede modificarse. Por eso, la ciencia nunca detiene la búsqueda de respuestas.

T. Rex y megaraptores comparten más que el tamaño. Comparten la capacidad de adaptarse, de expandirse y de dominar. Su historia es la historia de la evolución como fuerza imparable.

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