
Tres macá tobiano criados en cautiverio vuelven a surcar su laguna patagónica
Actualidad17/06/2025

En las primeras luces del invierno patagónico, tres macá tobiano jóvenes se deslizaron sobre el agua fría y libre, marcando un antes y un después para la conservación en Argentina. La suelta culminó una travesía que comenzó cuando un equipo del Proyecto Macá Tobiano rescató sus huevos en una laguna interior y los incubó en la Estación Biológica “Juan Mazar Barnett”.

Cada pichón cruzó más de 300 kilómetros hasta el estuario del Santa Cruz, donde el viento salado los recibió con el mismo rigor que moldeó a sus ancestros. Biólogos, veterinarios y voluntarios acompañaron el traslado minuto a minuto, atentos al pulso y al plumaje de unas aves que hoy representan la esperanza de una población en declive.
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“La poca reproducción natural del macá tobiano en los últimos años está vinculada sobre todo con el cambio climático”, afirma Gabriela Gabarain, veterinaria que ideó la cría controlada. El retroceso de lagunas pequeñas obligó a las parejas a nidificar en cuerpos de agua grandes y ventosos, donde los nidos se rompen antes de que los huevos eclosionen.
Las especies invasoras, como el visón americano, sumaron presión sobre un ave ya frágil; las campañas de erradicación redujeron sus ataques, pero las gaviotas cocineras continúan acechando los nidos, lo que obliga a guardianes a vigilar las colonias durante todo el verano austral.
El equipo detectó un dato decisivo: el 97 % de las parejas sólo cría uno de los dos huevos que pone y abandona el otro. Esa observación surgió de la tesis doctoral de Ignacio “Kini” Roesler, impulsor del proyecto y ganador del prestigioso Premio Whitley de conservación.
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“Empiezan a incubar el primer huevo y, cuando nace el pichón, la pareja ya no puede atender al segundo”, explica Gabarain. Un adulto carga al recién nacido sobre el lomo mientras el otro bucea y pesca; criar dos polluelos a la vez sería inviable en un medio tan exigente.
Ante esa realidad, los científicos tomaron los huevos destinados al abandono y los criaron con cuidado quirúrgico, desde la temperatura precisa en la incubadora hasta la primera inmersión controlada. Al liberar a estos juveniles, demostraron que la estrategia funciona y abre la puerta a nuevas sueltas anuales.
La imagen de los tres tobianos zambulléndose juntos encendió el aplauso y, sobre todo, un futuro posible para esta joya de la Patagonia. Con más lagunas protegidas y educación ambiental en marcha, el equipo confía en que la población empezará a repuntar.









