

No se trata de prohibir, pero sí de mirar de frente una nueva realidad. El “síndrome gamer” ya no es solo un tema de charla entre padres preocupados o docentes en alerta. Se volvió objeto de estudio médico y psicológico a nivel global.
Con más de 3.000 millones de jugadores activos, el videojuego dejó de ser un pasatiempo para convertirse en un modo de vida. Y con eso, vinieron algunas consecuencias que hoy llaman la atención de profesionales de todo el mundo.
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Una de las más curiosas es el Game Transfer Phenomena (GTP). La psicóloga **Angélica B. Ortiz de Gortari lo estudia desde hace más de una década. “Los jugadores trasladan sin querer sonidos, imágenes o acciones del juego a la vida cotidiana”, explica. El 96,6% de los encuestados dijo haberlo experimentado.
Imaginar barras de energía sobre personas reales, escuchar efectos de sonido en la calle o sentir que se puede aplicar una mecánica de juego en la vida diaria: todo eso es parte del GTP.
Pero no todo pasa por la cabeza. La exposición prolongada a pantallas también genera síntomas físicos: irritación ocular, dolor de cabeza, visión borrosa y tensión muscular son los más frecuentes.
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La American Optometric Association advierte sobre el aumento de casos de “síndrome visual digital”. En España, la miopía infantil subió un 17,8% en solo seis años. La OMS, por su parte, sugiere limitar el uso recreativo de pantallas a dos horas por día en menores.
La advertencia no apunta a demonizar los videojuegos. El objetivo es generar hábitos más saludables. Especialistas de Europa y Asia coinciden: pasar más tiempo al aire libre ayuda a frenar la miopía progresiva.
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Hay medidas simples que pueden marcar la diferencia. Una de ellas es la regla 20-20-20: cada 20 minutos frente a una pantalla, mirar durante 20 segundos a un objeto que esté a 6 metros de distancia.
Otras recomendaciones incluyen usar filtros de luz azul, ajustar el brillo del monitor, mantener buena postura y hacer pausas activas.
El juego sigue, pero la salud no debe quedar en pausa. Encontrar el equilibrio entre el mundo digital y el real se vuelve urgente.
Fuente: Newsweek








