
La Pachamama convoca con rituales, saberes ancestrales y conexión con la Tierra
Actualidad01/08/2025
REDACCIÓN
El Día de la Pachamama revive cada año una ceremonia que entrelaza naturaleza, identidad y memoria colectiva. No es una festividad aislada ni un simple rito folklórico. Es la afirmación viva de un vínculo que persiste desde tiempos inmemoriales. Para los pueblos originarios, la Tierra es un ser vivo que contiene el universo, el tiempo y el espacio. A ella se le agradece, se le pide y se le comparte.


Cada familia participa del ritual con lo que tiene, desde comidas hasta bebidas, y las deposita en la tierra en un acto de reciprocidad llamado corpachar. Este gesto de dar de comer y beber a la Pachamama representa un acuerdo silencioso: ella nos da sustento, nosotros agradecemos. El pozo en el suelo se convierte en un altar donde se mezcla lo cotidiano con lo sagrado.
El primero de agosto también se sahúman los hogares y se toma caña con ruda en ayunas. La tradición sostiene que esa infusión protege el cuerpo, ahuyenta los males del invierno y equilibra la energía. El acto de beberla se acompaña con el canto “kusiya, kusiya”, que en aymara significa “ayudame, ayudame”, como si cada trago fuera una súplica compartida con la Tierra.
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La bebida puede tomarse de diversas formas: en tres sorbos, en siete, de un solo trago o todo el vaso. No hay reglas únicas, pero sí una intención compartida: protegerse, agradecer y renovarse. Antes de ingerirla, algunos vierten un poco en la tierra, en señal de ofrenda.
La ceremonia, aunque originaria de pueblos andinos, se expandió a distintas regiones y culturas. Hoy, en pueblos, ciudades y escuelas se celebran actos que recuperan el valor de los saberes ancestrales. La Pachamama dejó de ser una celebración marginal para convertirse en una práctica que interpela a toda la sociedad.
En el ámbito educativo, la fecha se resignifica con la Ley de Educación Ambiental Integral. Esa normativa promueve el respeto por la diversidad cultural y el rescate de conocimientos indígenas, incorporándolos al aprendizaje formal como parte de una mirada más amplia del ambiente y la vida en comunidad.
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El Día de la Pachamama no es solo una ceremonia: es una pausa para observar cómo habitamos el mundo. Desde las ofrendas a la tierra hasta las palabras que pronunciamos, todo nos invita a repensar el vínculo con el entorno y entre nosotros. Una lección que no se aprende en libros, sino en el contacto con lo vivo.
La celebración sigue vigente porque no necesita espectáculos. Su fuerza reside en lo íntimo, en el fuego compartido, en los rezos susurrados y en la tierra que espera. La Pachamama no exige nada. Solo que recordemos que no estamos solos.
Fuente: NA.
















