
Besmedrisnik analizó en Madryn las raíces estructurales de la inestabilidad económica argentina
Chubut02/08/2025
REDACCIÓN
En el marco de una jornada que convocó a referentes del sector privado en el Hotel Dazzler de Puerto Madryn, el economista Pablo Besmedrisnik, acompañado por Slomit Milchker de la Consultora VDC, ofreció una exposición profunda sobre los factores que condicionan la evolución económica argentina, tanto en el plano externo como interno. El evento, impulsado por Carlos Zonza Nigro y Alejandro Castro, contó con el apoyo de la Fundación Empresaria de la Patagonia (FEPA), Red Uno, la radio #LA17 y el restaurante Coirón. A lo largo de más de una hora, Besmedrisnik estructuró su intervención en torno a un diagnóstico que combinó datos, comparaciones históricas y reflexiones políticas, con un tono crítico y a la vez propositivo.


El primer tramo de la presentación se centró en el contexto internacional y su impacto sobre las decisiones locales. A diferencia de los abordajes meramente internos, el expositor propuso analizar la macroeconomía argentina como un sistema permanentemente tensionado por variables globales. “Me gusta ver la economía desde la interacción entre la macro y la micro, entre el contexto internacional y las decisiones de las empresas. No son planos separados”, explicó. Describió un panorama global signado por la incertidumbre: “Hoy tenemos líderes fuertes con agendas dispares, aranceles que suben y bajan de un día para el otro, guerras que desordenan flujos comerciales. Es un escenario donde las decisiones se toman con información incompleta”. Según dijo, estos cambios afectan directamente a los actores económicos locales, que deben anticiparse a movimientos abruptos en tasas de interés, barreras comerciales y transformaciones tecnológicas. “Estamos en medio de una revolución tecnológica. No somos punta en inteligencia artificial, pero su impacto ya se siente en todos los sectores: la producción, los servicios, el empleo, todo cambia”, afirmó.
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Besmedrisnik profundizó luego sobre los rasgos estructurales de la economía argentina que impiden capitalizar las oportunidades globales. Sostuvo que el país permanece atrapado en una lógica de inestabilidad crónica, con inflación persistente, reglas cambiantes y una fuerte desconfianza institucional. “Durante los años ochenta, había 34 países con una inflación promedio superior al 20% anual. En los noventa, eran 40. En la última década, solo siete. Nosotros estuvimos en todas las listas”, señaló con crudeza. Esta persistencia, lejos de ser inevitable, refleja una decisión política no tomada: “Treinta y tres países resolvieron el problema. Cada uno encontró su fórmula, pero lo hicieron. Nosotros seguimos discutiendo si hay que hacerlo a la manera española o israelí, y mientras tanto no hacemos nada”, lamentó.
Este rezago, planteó, tiene consecuencias tangibles en la dinámica productiva. Mostró que entre 2011 y 2016 la economía mundial creció un 60%, mientras que Argentina apenas un 7%, y el producto per cápita se redujo un 8%. “Hace quince años que estamos planchados. Y lo más grave no es eso, sino que dejamos de importar. Pasamos a la intrascendencia”, advirtió, citando a un filósofo que, según dijo, define la irrelevancia como la peor tragedia que puede padecer una sociedad. En ese punto, criticó el anacronismo del discurso público: “Somos un país que todavía discute la brecha cambiaria o el FMI como si fuera lo único que existe. En el mundo se habla de competitividad, de inteligencia artificial, de industria 4.0. Nosotros seguimos hablando el idioma del pasado”.
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El expositor reconoció, no obstante, que el actual gobierno ensaya un esquema distinto a los aplicados en décadas anteriores. A su juicio, el punto más novedoso es la decisión de avanzar con un ajuste fiscal profundo, aunque de manera socialmente regresiva. “Nos puede gustar o no, pero hay pocos antecedentes de una administración que se haya tomado tan en serio el orden fiscal. Y no lo está haciendo solo el gobierno: lo está haciendo la sociedad”, subrayó. Advirtió que el costo social es alto, pero que hay una apuesta por lograr resultados que validen ese sacrificio: “Es un cambio paradigmático, doloroso. En algún momento habrá que morigerarlo, porque si no aparecen resultados, se vuelve inviable”. Al mismo tiempo, valoró que se esté consolidando una mejora en las reservas internacionales y una baja sostenida del riesgo país. “Pasar de un riesgo país de 2500 puntos a uno de 700 hace que las empresas valgan el doble. Aun sin hacer nada nuevo, solo porque el contexto mejora, una compañía puede duplicar su valor”, explicó, y detalló que este tipo de movimientos impacta directamente en el acceso al crédito, en la valuación patrimonial y en las decisiones de inversión.
En el cierre de esta primera parte, Besmedrisnik insistió en que la estabilidad macroeconómica no es un fin en sí mismo, sino una condición necesaria para salir del estancamiento. Recalcó que el problema argentino no es de diagnóstico, sino de ejecución política sostenida. “Este país cambia permanentemente, pero en realidad no cambia nunca. Seguimos con el mismo esquema de inestabilidad que nos frena desde hace décadas”, sentenció. Y cerró con una advertencia: “Sin estabilidad, no hay competitividad. Y sin competitividad, no hay futuro”.
ANTICIPO | Este domingo se podrá leer la segunda entrega sobre la exposición de Besmedrisnik: "Energía, divisas y competitividad: los motores que podrían transformar la economía argentina"
















