Facturas con historia: cuando el anarquismo amasó la rebelión en la panadería

Otros Temas07/08/2025REDACCIÓNREDACCIÓN
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Argentina olía a pan recién horneado, pero también a rebelión.
A fines del siglo XIX, las panaderías se multiplicaban al ritmo de la inmigración. Eran tiempos de jornadas eternas, salarios miserables y ninguna ley que protegiera a los trabajadores. En ese horno hirviente nació la primera gran huelga de panaderos del país.

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La chispa se encendió el 31 de enero de 1888.
La huelga paralizó el rubro y dejó a Buenos Aires sin pan. Los panaderos, organizados por anarquistas italianos como Errico Malatesta y Ettore Mattei, reclamaban mejoras salariales y condiciones más humanas.


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Pero no todo quedó en consignas y piquetes.
En medio del conflicto, los obreros inventaron nombres para burlarse del poder. Así nacieron las facturas más icónicas: “bola de fraile” y “suspiro de monja” para reírse de la Iglesia, “vigilante” para mofarse de la Policía, y “cañoncito” o “bomba” como guiños a los militares.

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El pan era sustento, pero también trinchera.
Las panaderías no solo daban de comer: fueron trincheras de lucha obrera. La Sociedad Cosmopolita de Resistencia y Colocación de Obreros Panaderos, creada en 1887, fue una de las primeras agrupaciones sindicales del país.


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Las palabras se volvieron código y protesta.
Cada factura era una forma de burlarse del sistema. El “sacramento” no era una bendición, sino una ironía. El “librito” criticaba la educación que el Estado negaba a los pobres.

Hasta la cremona tiene su mensaje oculto.
Algunos creen que su forma remite a varias letras A mayúsculas, símbolo del anarquismo. Puede sonar rebuscado, pero los anarquistas no dejaban nada al azar.

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No ganaron solo la huelga. Ganaron la memoria.
Los obreros obtuvieron mejoras, pero su victoria más duradera fue otra: haber dejado una huella que todavía vive en la panadería de cada barrio argentino.


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Hoy, cada factura tiene un sabor a historia.
Cuando pedimos una docena, repetimos sin saberlo un gesto de rebeldía. Un desayuno con vigilantes, bombas y bolas de fraile es también una lección de historia. Y de resistencia.

Fuente: Infobae

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