
La lista negra de Ferrari: las estrellas millonarias vetadas por Maranello
Actualidad18/08/2025
Sergio Bustos
Hablar de Ferrari es hablar de tradición, pero también de límites. En Maranello rige un derecho de admisión que no depende del dinero, sino del respeto a un código estricto.


Ese contrato incluye condiciones claras: no alterar colores sin autorización, no quitar emblemas y mantener el auto en perfecto estado. La marca protege su legado y expulsa a quienes no cumplen.
La lista negra no es pública, pero sus motivos sí. Tuning extravagante, reventa apresurada o marketing sin permiso bastan para un veto inmediato. El castigo puede dejar a la estrella afuera de las ediciones limitadas más codiciadas.
Entre los casos más recordados aparece Justin Bieber, que modificó una 458 Italia y quiso subastarla antes del plazo mínimo. Resultado: prohibición total.
OTRAS NOTICIAS
El DJ Deadmau5 transformó su Ferrari en el famoso “Purrari” con el meme Nyan Cat. La marca reaccionó con una carta legal que obligó a retirar la estética no autorizada.
El periodista Chris Harris también sufrió la sanción, tras criticar públicamente a Ferrari. Con el tiempo, logró reconciliarse, prueba de que la exclusión no siempre es definitiva.
Otros nombres célebres se suman al listado. Floyd Mayweather usaba los autos como piezas de recambio, Philipp Plein promocionó zapatillas con una 812 Superfast y Kim Kardashian quedó en la mira por la imagen que proyectaba.
Las anécdotas abundan. 50 Cent lavó con champagne una Ferrari F50 y la llamó “Limón”. Nicolas Cage debió vender un Enzo por problemas financieros. Ambos quedaron señalados como perfiles incómodos.
Incluso coleccionistas multimillonarios como David Lee o Preston Henn quedaron fuera del exclusivo círculo que accedió al LaFerrari Aperta, ejemplo de que la fidelidad a la marca vale más que la chequera.
OTRAS NOTICIAS
La filosofía de Ferrari se resume en un principio: la exclusividad no se compra, se respeta. La marca busca clientes que entiendan que un Cavallino Rampante no es un juguete ni una vidriera de vanidad.
Para la empresa, cada unidad representa décadas de ingeniería y pasión. Un Ferrari no es solo un auto de lujo: es un símbolo cultural que exige cuidado y discreción.
La marca también protege el valor de reventa. Al controlar colores, modificaciones y tiempos de venta, evita que sus autos se conviertan en mercancía de especulación.
Este enfoque genera roces, pero mantiene el mito. Ferrari se asegura que sus piezas más exclusivas terminen en manos de coleccionistas respetuosos y no en garajes de celebridades en busca de exhibicionismo digital.
En tiempos de redes sociales, el límite parece anacrónico, pero Maranello insiste. Cualquiera puede comprar un Ferrari, pero pocos logran pertenecer al círculo de confianza.
Algunos logran volver, como Chris Harris, que tras años de distanciamiento recuperó la relación. Otros, como Bieber o Plein, siguen afuera, marcando la diferencia entre tener dinero y sostener reputación.
Ferrari no solo vende autos: protege una leyenda. Y en esa narrativa, la lista negra se convierte en un recordatorio de que la exclusividad también se cuida con reglas.
















