Pablo Cortese dejó el Senasa y ahora gana más como profesor que como su presidente

La renuncia de Pablo Cortese a la presidencia del Senasa dejó al descubierto una situación que expone el deterioro del organismo. El ex funcionario aseguró que como profesor titular de la UBA percibe un salario superior al que cobraba como máxima autoridad del ente que fiscaliza el negocio agroalimentario argentino.

Cortese trabajó más de treinta años en el Senasa y conoce desde adentro las falencias de la institución. “¿Cuánto debería ganar un CEO que tiene bajo su responsabilidad 5.500 empleados, 380 oficinas, 14 regionales, puestos de frontera, aeropuertos y puertos?”, se preguntó en diálogo con Bichos de Campo.

Según describió, un inspector no supera los dos millones de pesos mensuales. La falta de recomposición genera una fuga constante de técnicos formados durante años que terminan contratados por el sector privado con sueldos muy superiores. “De alguna manera el Senasa termina financiando la capacitación de empleados para otras empresas”, advirtió.

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El ex presidente ilustró el problema con un caso concreto. Una veterinaria especializada en fiscalización sanitaria, con años de experiencia, ganaba lo mismo atendiendo consultas básicas de animales domésticos que en el organismo, con viajes que le insumían hasta 400 mil pesos.

Cortese también criticó la burocracia que retrasa operaciones clave para las exportaciones. “Un ministro me dijo una vez: el Senasa es un destructor de Pymes. Y tenía razón”, reconoció, al señalar que trámites que deberían resolverse en semanas podían demorar más de un año.

Durante su gestión intentó modernizar el esquema territorial, reemplazando oficinas físicas por agentes móviles equipados con camionetas, celulares y computadoras. La idea, explicó, era reforzar la fiscalización en frigoríficos, campos, puertos y aeropuertos en lugar de acumular empleados detrás de escritorios.

Planteó además un sistema de fiscalización inteligente con matrices de riesgo para diferenciar operadores según su historial. Los de mayor incumplimiento serían controlados semanalmente, mientras que los de bajo riesgo tendrían plazos más largos.

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Sin embargo, la falta de presupuesto y resistencias internas frenaron esos cambios. “La modernización informática quedó trunca porque no conseguimos financiamiento internacional”, lamentó.

Cortese recordó también logros colectivos, como la apertura de mercados en China y EE.UU., o el programa para controlar el HLB de los cítricos mediante viveros bajo cubierta, medida que evitó la expansión de una plaga devastadora.

Su balance final combina orgullo por lo hecho y frustración por lo pendiente. El contraste entre su actual salario universitario y lo que cobraba como presidente del Senasa resume, según él, el nivel de abandono de un organismo vital para la sanidad y la exportación argentina.