

Este domingo se conmemora el Día Nacional del Enólogo, fecha que recuerda la inauguración en 1862 de la Quinta Normal de San Juan por Domingo Faustino Sarmiento, considerada el punto de partida institucional de la vitivinicultura argentina. La celebración llega en un contexto de fuerte caída en los precios del vino a granel, que retrocedieron un 30% en términos reales durante el último año.


De acuerdo con datos del Instituto Nacional de Vitivinicultura, en lo que va de 2025 se procesaron 1.950 millones de kilos de uva, que dieron como resultado 1.058 millones de litros de vino nuevo y 405 millones de litros de mosto, el nivel de diversificación más alto en los últimos cinco años. El consumo interno absorbe el 80% de la producción, mientras que el 20% restante se destina a la exportación.
En este escenario, la figura del enólogo adquiere un valor especial. José Hernández Toso, cofundador de Huarpe Riglos Family Wines, destacó la esencia de su tarea. “Ser enólogo es vivir cada día con la pasión de transformar la uva en experiencias que emocionan”, afirmó, resaltando la conexión entre ciencia, sensibilidad y creatividad.
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Hernández Toso subrayó que los enólogos argentinos son reconocidos en todo el mundo por su capacidad de adaptación a una geografía diversa, que va desde los valles de altura de Mendoza hasta las regiones emergentes de la Patagonia y el norte del país. Esa amplitud de escenarios obliga a aplicar múltiples técnicas y a interpretar cada microclima con precisión.
“Esta variedad de terroirs nos permite experimentar con altitudes extremas, suelos heterogéneos y climas contrastantes, lo que da lugar a vinos con perfiles únicos y gran expresión”, agregó el enólogo, remarcando que en la Argentina la diversidad estimula la innovación constante y la búsqueda de autenticidad.
El ejemplo de Huarpe Riglos Family Wines refleja esa filosofía. En la Finca Las Divas, ubicada en Gualtallary, Valle de Uco, se trabaja a 1.350 metros sobre el nivel del mar, adaptando técnicas específicas a las características del suelo andino y al clima de montaña. De allí surgen etiquetas reconocidas por su calidad y personalidad.
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La bodega también apunta a nuevas generaciones de consumidores con propuestas innovadoras. Entre ellas se destaca “Guayaquil, El Elegido”, un pentavarietal que combina potencia, elegancia y equilibrio, y que se convirtió en una referencia dentro de los vinos de corte de alta gama.
El propio recorrido personal de Hernández Toso ilustra esa combinación de disciplina y vocación. Fue atleta de alto rendimiento y participó en competencias como el Iron Man, antes de descubrir en la enología su camino definitivo. Su experiencia resume el espíritu de una profesión que combina rigor técnico con pasión por la identidad cultural del vino.
En un mercado global complejo, la vitivinicultura argentina se apoya en estos profesionales para sostener la calidad y la diversidad que la distinguen. El Día del Enólogo recordó que la fortaleza del vino argentino reside en la conjunción de tradición, innovación y compromiso humano.
Fuente: NA.

















