Cómo la meditación y la respiración ayudan a frenar el bullying en las escuelas

Actualidad02/10/2025REDACCIÓNREDACCIÓN
Bullyin escolar imagen ilustrativa Freepik
Bullying escolar imagen ilustrativa Freepik

El 2 de octubre, fecha en que se conmemora el nacimiento de Mahatma Gandhi, invita a reflexionar sobre cómo trasladar la no violencia a la vida escolar. Para el líder indio, la no violencia nunca fue pasividad, sino una fuerza transformadora que hoy puede traducirse en pedagogías capaces de dar contención a una generación atravesada por la ansiedad y la presión social.

En Argentina, más del 65 % de los adolescentes reconoce haber sufrido o conocer a alguien que padeció bullying. El interrogante es cómo abordar un fenómeno que se expande dentro y fuera de las aulas. Las respuestas no aparecen en recetas rápidas, sino en un terreno tan simple como profundo: enseñar a los jóvenes a respirar, meditar y conectar con sus emociones.

La violencia juvenil no se limita a las peleas físicas. El acoso verbal, psicológico, sexual y el hostigamiento sistemático dejan cicatrices emocionales duraderas. Docentes y directivos suelen sentirse desbordados ante conflictos que escalan rápidamente porque los adolescentes carecen de herramientas emocionales para gestionar la frustración, el enojo o la tristeza.


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Un empujón en un recreo puede escalar a una pelea, una broma en humillación constante y un bajo rendimiento académico en insultos o agresiones. La escuela se convierte en un terreno donde la falta de recursos emocionales multiplica las tensiones y deja a los jóvenes navegando a ciegas en su mundo interno.

Frente a este escenario, las prácticas contemplativas se presentan como una alternativa eficaz. Programas impulsados por organizaciones como El Arte de Vivir incluyen técnicas de respiración rítmica y meditación especialmente diseñadas para adolescentes y docentes.

Estos ejercicios tienen respaldo científico. La respiración consciente activa el sistema nervioso parasimpático y reduce hormonas del estrés como el cortisol y la adrenalina. A su vez, la meditación fortalece la corteza prefrontal, región cerebral vinculada al autocontrol y a la toma de decisiones.


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Las escuelas que incorporaron estas prácticas reportan menos conflictos entre estudiantes, mayor concentración y un mejor clima institucional. Los adolescentes que practican meditación encuentran un “espacio de pausa”: ese instante en el que pueden elegir si responder con violencia o con sabiduría.

La educación emocional y social no debe pensarse como un complemento, sino como un cambio de paradigma. El aprendizaje va más allá de lo académico y necesita poner en el centro el desarrollo humano integral. Un aula con jóvenes capaces de detenerse y respirar es también un espacio más seguro para aprender y convivir.

Como sostenía Gandhi, el cambio colectivo comienza con la transformación individual. Hoy, esa transformación puede empezar con algo tan sencillo como una respiración consciente que ayude a un adolescente a tomar distancia de la violencia.

Fuente: NA.

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