El impresionante entramado industrial que impulsa la expansión de Vaca Muerta

Vaca Muerta es mucho más que un conjunto de pozos en la meseta neuquina. Detrás de cada perforación se despliega una red industrial gigantesca que abarca decenas de sectores de la economía argentina y pone a prueba la capacidad logística del país.

El Instituto Argentino del Petróleo y del Gas (IAPG) presentó un informe que detalla con precisión los bienes, servicios e inversiones que demandará la expansión masiva de la cuenca. El documento analiza tres escenarios de crecimiento —bajo, medio y alto— y desglosa cada etapa de la actividad, desde la preparación del terreno hasta la evacuación final de hidrocarburos.

En el centro del proceso está la construcción de los pozos horizontales. Cada uno requiere 72.000 metros cúbicos de agua, 11.600 toneladas de arena, 275 toneladas de baritina y casi 550.000 litros de gasoil para alimentar las bombas de fractura. A eso se suman productos químicos, acero para cañerías y materiales de obra que superan ampliamente cualquier antecedente nacional.

El escenario medio proyecta hasta 9.600 pozos perforados hacia 2040. Solo las plataformas demandarán entre 12 y 20 millones de metros cúbicos de áridos y más de 1,6 millones de metros cúbicos de agua, además de millones de litros de combustible para maquinaria pesada. Cada locación implica movimientos de suelo, caminos de acceso y semanas de trabajo con topadoras, motoniveladoras y excavadoras.

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La red subterránea también escala a niveles inéditos. Por cada pad se instalarán 250 metros de cañerías de producción, 250 metros de líneas colectoras y 500 metros de control, todas de acero de alta resistencia. En el escenario más ambicioso se prevén más de 600 kilómetros de flowlines y una cifra similar de gathering antes de 2040, con un consumo superior a 30.000 toneladas de acero.

La siguiente etapa es la construcción de baterías de producción, que separan petróleo, gas y agua antes del tratamiento final. Cada batería ocupa 35.000 metros cuadrados, utiliza 4.000 metros cúbicos de hormigón y más de 75 kilómetros de cables, y requiere hasta 250 trabajadores en los picos de obra. Las plantas de tratamiento de gas y petróleo multiplican esa escala, con miles de instrumentos, kilómetros de cableado y millones de horas de trabajo.

En paralelo, será necesario tender entre 500 y 2.500 kilómetros de ductos troncales intracuenca con caños de gran diámetro. Cada kilómetro de gasoducto exige 3.000 pulgadas de soldadura, 4.200 metros cúbicos de movimiento de suelos y toneladas de acero, además de personal especializado.

La magnitud de este despliegue impacta de lleno en el empleo. Cada batería de producción de petróleo requiere en promedio 100 trabajadores permanentes, mientras que las plantas de gas superan los 500 puestos simultáneos. La operación involucra a metalúrgicas, químicas, transportistas y constructoras de todo el país.

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El IAPG advierte que esta expansión solo será posible si existen condiciones macroeconómicas estables, financiamiento sostenido y una infraestructura que combine ductos, rutas, ferrocarriles y soluciones habitacionales para miles de trabajadores. También destaca la necesidad de una articulación público-privada efectiva para evitar cuellos de botella en insumos y logística.

En este esquema, el puerto de Bahía Blanca emerge como un aliado estratégico para abastecer insumos críticos y equipos pesados. Su calado natural, infraestructura industrial y conectividad ferroviaria y vial con la cuenca neuquina le permiten recibir caños de gran diámetro, módulos industriales y maquinaria de gran porte.

Esta combinación de capacidad operativa y ubicación lo posiciona como un nodo logístico central para sostener el entramado de obras que requiere Vaca Muerta. La magnitud del proyecto redefine la escala de la industria energética nacional y proyecta una transformación productiva de largo alcance.