

Un asteroide pasó a apenas 428 kilómetros de la Tierra y nadie lo vio venir. Ocurrió el 1 de octubre sobre la Antártida, cuando el objeto bautizado como 2025 TF atravesó la órbita baja terrestre, a la misma altura que la Estación Espacial Internacional.
El hallazgo se produjo horas después del sobrevuelo, lo que reavivó el debate sobre los límites de los sistemas actuales de detección y la necesidad de reforzar la defensa planetaria. Los astrónomos calcularon que el punto más cercano se registró a las 00:47:26 UTC, con un margen de error de apenas segundos.
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Según las primeras mediciones, el asteroide tenía entre uno y tres metros de diámetro, un tamaño equivalente al de un automóvil. “Fue una visita inesperada, pero sin peligro real para el planeta”, señalaron los especialistas. El objeto pasó inadvertido por su masa reducida y su velocidad.
La detección tardía quedó en manos del Catalina Sky Survey, un programa que rastrea objetos cercanos a la Tierra. Luego, observatorios de la Agencia Espacial Europea confirmaron su paso con el telescopio de Las Cumbres, en Australia, afinando su trayectoria y velocidad.

El episodio sorprendió a la comunidad científica. “Nuestro conocimiento del universo es inmenso, pero no completo”, recordaron desde la Oficina de Defensa Planetaria. El hecho coincidió con el bloqueo parcial de actividades en la NASA, lo que dificultó la evaluación inmediata del evento.
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Aunque el 2025 TF no representó peligro, su paso invisible expuso las fallas de los sistemas de alerta temprana. Objetos tan pequeños pueden ingresar a la atmósfera y desintegrarse sin causar daño, pero también pueden generar espectáculos luminosos comparables a una estrella fugaz.
Rastrear cuerpos de apenas unos metros sigue siendo un reto técnico. Los astrónomos lograron reconstruir la trayectoria del asteroide con una precisión de siete kilómetros, un margen mínimo para un evento detectado después de ocurrido. “Un pequeño asteroide ha rozado la Tierra”, resumieron los reportes internacionales.
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La defensa planetaria es hoy una prioridad para la NASA y la ESA. Misiones como Near-Earth Object Surveyor y HERA buscan mejorar la detección temprana y ensayar estrategias para desviar cuerpos peligrosos. Aun así, casos como el de 2025 TF muestran que el espacio cercano sigue lleno de incógnitas.
Los expertos coinciden en que estos episodios no deben causar alarma, pero sí impulsar mejoras. “El seguimiento de los asteroides es fundamental para proteger la Tierra y las formas de vida que la habitan”, remarcaron desde varios centros de investigación. Cada roca que pasa, visible o no, deja una lección: el cielo sigue lleno de sorpresas.
Fuente: Infobae


















