

Diego Placente está frente a una oportunidad histórica: convertirse en el primer argentino en consagrarse campeón mundial Sub-20 como jugador y como entrenador. A 28 años de haber levantado la copa en Malasia junto a una generación inolvidable, ahora tiene la posibilidad de repetir la hazaña desde el banco, al frente de un equipo que demostró solidez, carácter y un estilo marcado. La Selección Sub-20 ya está en la final del Mundial de Chile 2025, y el "Flaco" está a un partido de quedar en la historia.


Su camino en la selección juvenil comenzó en 1997, cuando formó parte de la recordada camada dirigida por José Pekerman. Ese mismo año, marcó un gol decisivo ante Paraguay en el Sudamericano, que rompió una sequía de tres décadas sin títulos regionales. Meses más tarde, se consagró campeón del mundo en Malasia junto a figuras como Riquelme, Aimar, Cambiasso y Samuel.
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Tras una destacada carrera como futbolista, Placente eligió volver al fútbol desde otro lugar: la formación juvenil. Se incorporó al predio de Ezeiza y trabajó en los seleccionados Sub-15 y Sub-17, donde dejó una marca significativa. En 50 partidos oficiales, logró 31 victorias, 12 empates y solo 7 derrotas, alcanzando una efectividad del 70 %.
Su estilo de conducción es tranquilo, firme y enfocado en el crecimiento personal de los jugadores. “Primero formamos personas, después futbolistas”, suele repetir, una frase que resume su filosofía. Promueve el estudio, el respeto y la humildad como pilares fundamentales del proyecto.
En 2017 logró el título sudamericano Sub-15 y este año alcanzó el subcampeonato en el Sudamericano Sub-20, antesala del actual Mundial. Su recorrido como técnico refleja coherencia, trabajo sostenido y resultados que respaldan su tarea. El equipo que dirige en Chile ya ganó todos sus partidos y llega con confianza a la final.
Su vida personal también es parte de ese equilibrio. Junto a su esposa, Julieta Rubinstein —especialista en bienestar y salud emocional, cría a sus tres hijos con una mirada basada en el respeto y la contención. Ese entorno estable se refleja en su trabajo diario y en el vínculo que construyó con sus dirigidos.
En este Mundial, la Selección mostró orden táctico, eficacia ofensiva y una entrega colectiva destacada. Desde la fase de grupos hasta las instancias decisivas, el equipo mantuvo su identidad y no bajó la intensidad. Ese rendimiento es una extensión del trabajo de años dentro del predio.
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Placente representa una continuidad del modelo iniciado por Pekerman y sostenido por técnicos como Tocalli y Batista. No se aleja de esa escuela que prioriza el proceso antes que el resultado, pero sabe que las finales también se ganan. Su presente es la síntesis de una carrera comprometida con el fútbol formativo argentino.
El próximo domingo puede sellar una hazaña inédita para el fútbol nacional. Ser campeón mundial Sub-20 como jugador y técnico lo pondría en un lugar único. Pero más allá del resultado, su figura ya inspira a toda una nueva generación.
Diego Placente no busca títulos para el ego, sino caminos que dejen huella. Si levanta la copa en Chile, será una celebración del fútbol argentino, pero también de una forma de entender y vivir el deporte. El final está cerca, y el legado ya está escrito.

















