Julio Argentino Roca, el artífice de la Argentina moderna y la inspiración de una soberanía en construcción

Actualidad19/10/2025REDACCIÓNREDACCIÓN
Julio Argentino Roca. Foto: TN.
Julio Argentino Roca. Foto: TN.

Julio Argentino Roca fue mucho más que un militar exitoso. Su nombre se asocia con uno de los períodos más transformadores de la historia argentina, donde la política, la educación y la soberanía territorial se consolidaron bajo un mismo proyecto nacional. Nacido en Tucumán en 1843, su carrera militar y política lo llevó a ocupar la presidencia en dos oportunidades, dejando una huella indeleble en la formación del país moderno.

En 1880, la Argentina atravesaba una crisis profunda, marcada por la disputa entre Buenos Aires y el resto de las provincias. Roca asumió el desafío de pacificar el territorio y consolidar un Estado federal, estableciendo las bases de una administración central fuerte. La federalización de Buenos Aires fue su primera gran batalla política y uno de los logros más decisivos de su gestión.


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La capital dejó de ser un símbolo de disputa para transformarse en el corazón institucional del país. Aquella medida cambió la estructura del poder político y consolidó la idea de una nación unificada bajo un mismo sistema de gobierno. “Nada grande, estable y duradero puede hacerse en medio de la anarquía”, escribió Roca en su discurso inaugural, trazando el rumbo de su presidencia.

Su figura es inseparable de la Campaña del Desierto, una acción militar que buscó extender la frontera sur y garantizar el dominio estatal sobre la Patagonia. Aquella campaña, ejecutada entre 1878 y 1879, permitió incorporar vastos territorios al control nacional, pero también generó uno de los debates más intensos de la historia argentina: la tensión entre soberanía y violencia.


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Mientras algunos lo consideran el artífice de la Argentina moderna, otros lo observan como un símbolo de las políticas represivas del siglo XIX. En ese contraste se inscribe la figura de Roca, un político pragmático que combinó orden, expansión y modernización institucional con decisiones que hoy se revisan bajo nuevos paradigmas éticos.

Durante sus dos mandatos presidenciales (1880-1886 y 1898-1904), Roca impulsó leyes fundamentales que cimentaron la estructura del Estado argentino: la Ley de Registro Civil, la creación de la Moneda Nacional, los Territorios Nacionales y, sobre todo, la Ley 1420 de educación común, gratuita, obligatoria y laica, piedra angular del sistema educativo público.


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La educación fue para Roca un instrumento de progreso colectivo y de construcción ciudadana. Su política de instrucción buscó integrar a las nuevas generaciones en una identidad nacional común, en un país que comenzaba a recibir masivamente inmigrantes europeos. “Hay que educar al soberano”, había dicho Sarmiento; Roca hizo de esa frase una política de Estado.

En el plano internacional, su gestión logró consolidar los límites con Chile a través de acuerdos diplomáticos que evitaron un conflicto bélico. En 1881 se firmó el Tratado de Límites, que fijó la frontera en la cordillera de los Andes, fortaleciendo la soberanía argentina sin recurrir a la guerra. Fue, quizás, uno de los mayores actos de diplomacia pragmática del siglo XIX.


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Roca también fue un político de alianzas inteligentes. Supo articular intereses regionales, mantener la estabilidad económica y proyectar una visión de país moderno, basado en el crecimiento agroexportador y la integración ferroviaria. El modelo que promovió —el del orden y el progreso— moldeó las décadas siguientes y consolidó a la Argentina como potencia regional.

No obstante, la revisión histórica contemporánea invita a repensar su legado en clave crítica. Los pueblos originarios, desplazados durante la Campaña del Desierto, se convirtieron en protagonistas de un reclamo por la memoria y la reparación que atraviesa el presente. En ese contexto, la figura de Roca vuelve a interpelar la construcción del relato nacional.


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Su nombre aún divide opiniones, pero su impacto es indiscutible. En el siglo XIX representó la estabilidad; en el XXI, encarna el dilema entre el progreso y la deuda moral del Estado con las comunidades originarias. Cada revisión histórica vuelve a enfrentarse a la misma pregunta: ¿puede separarse la construcción de la nación del costo humano que implicó?

A 111 años de su muerte, Julio Argentino Roca sigue siendo una figura que obliga a pensar la Argentina. Su legado combina grandeza institucional, modernización política y heridas históricas que aún buscan reparación. Quizás por eso, su nombre resurge cada vez que el país se pregunta por su rumbo y su identidad.

Fuente: Infobae.

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