

La AFA celebró un emotivo asado con los campeones del mundo de 1978 y 1986 en el Predio de Ezeiza, un encuentro que combinó recuerdos, anécdotas y la alegría de reencontrarse con los ídolos nacionales. Claudio Tapia encabezó la reunión y destacó la importancia de agradecerles personalmente por todo lo que hicieron por la Selección y por el país. Los futbolistas compartieron historias de su paso por la cancha y reflexiones sobre la evolución del fútbol argentino.


“Charlas, anécdotas y un grato momento junto a los ídolos de un país entero. Soy un agradecido, de corazón, por todo lo que hicieron”, expresó Tapia, quien subrayó que el Predio de Ezeiza es su casa y que siempre serán bienvenidos. La atmósfera del encuentro combinó respeto, admiración y una calidez que trascendió lo protocolar.
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El asado permitió a los campeones intercambiar experiencias con los dirigentes actuales, creando un puente entre distintas generaciones que fortalece el sentido de pertenencia de la Selección. Más allá del fútbol, se valoró el impacto cultural y la influencia de esas conquistas en la identidad argentina. Cada historia compartida recordó a los presentes la magnitud histórica de esos equipos.
La reunión tuvo un fuerte componente simbólico, reafirmando que la grandeza de la Selección Argentina no solo se mide en títulos, sino en la construcción de una identidad colectiva que une pasado, presente y futuro. La AFA busca consolidar ese vínculo con gestos que honran la historia y reconocen a sus protagonistas.
Entre anécdotas y risas, los jugadores comentaron partidos memorables y momentos personales que marcaron sus carreras, generando un ambiente cálido y cercano. Las historias compartidas sirvieron también para transmitir valores y enseñanzas a las nuevas generaciones de dirigentes y futbolistas.
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El encuentro simbolizó continuidad y unidad, mostrando cómo los logros históricos se integran al presente y fortalecen la comunidad futbolística. La convivencia entre distintas épocas reflejó respeto, admiración y compromiso con mantener viva la historia de la Selección.
Finalmente, el asado cerró con un clima de celebración, abrazos y agradecimientos mutuos. Cada participante coincidió en la importancia de mantener viva la identidad y de seguir reconociendo a los referentes que marcaron el camino. El legado de 78 y 86 sigue más vigente que nunca en el fútbol argentino.

















