
De los gigantes jurásicos al gorrión: la increíble familia de los dinosaurios
Actualidad11/11/2025
Sergio Bustos
En 1888, el paleontólogo británico Harry Seeley cambió para siempre la historia natural al dividir a los dinosaurios en dos grandes grupos según la forma de su cadera: los ornitisquios y los saurisquios. La diferencia parecía mínima, pero definió cómo evolucionaron durante millones de años y cómo, finalmente, algunos terminaron convertidos en aves.


Los ornitisquios, cuyo nombre significa “cadera de ave”, tenían el pubis orientado hacia atrás, paralelo al isquion. La mayoría eran herbívoros, aunque su aspecto y tamaño variaban enormemente. Algunos eran pequeños y ágiles; otros, verdaderos tanques con espinas y placas que cubrían todo su cuerpo.
Dentro de este grupo estaban los ornitópodos, animales con pico córneo y sin armaduras, como el famoso Iguanodon. También los marginocéfalos, reconocibles por sus cráneos engrosados o coronas de cuernos, entre ellos el Triceratops y el Pachycephalosaurus. Por último, los tireóforos, cubiertos de placas óseas, formaban un ejército acorazado con especies como Stegosaurus y Ankylosaurus.
Los saurisquios, en cambio, poseían una “cadera de reptil”, con el pubis orientado hacia adelante. Allí se incluían los saurópodos, gigantes de cuello y cola largos, como el Brachiosaurus o el Diplodocus, y los terópodos, ágiles cazadores bípedos que dominaron el Mesozoico, como Velociraptor y Tyrannosaurus rex.
OTRAS NOTICIAS
Durante el periodo Jurásico, ambos grupos se expandieron por todos los continentes. Los saurópodos se convirtieron en los animales terrestres más grandes de la historia, con cuerpos adaptados para alcanzar la vegetación más alta y esqueletos livianos que soportaban su colosal tamaño.
Los terópodos, por su parte, refinaron su estructura para cazar. Algunos desarrollaron poderosos cráneos y dientes serrados, otros redujeron sus brazos para equilibrar mejor su cuerpo. El temible Tyrannosaurus, con apenas dos dedos, era un símbolo de fuerza y precisión evolutiva.
Mientras tanto, los ornitisquios exploraban nuevas estrategias defensivas. Los estegosaurios desplegaban sus placas dorsales para intimidar, y los anquilosaurios agitaban sus colas con mazas óseas capaces de fracturar a un depredador. La diversidad era asombrosa, y cada grupo encontraba su modo de sobrevivir.
Con el paso del tiempo, la evolución llevó a algunos terópodos a desarrollar plumas, primero como aislante térmico y luego como herramienta para planear o volar. Así apareció Archaeopteryx, el fósil que unió dos mundos: el de los dinosaurios y el de las aves.
OTRAS NOTICIAS
Este hallazgo cambió la comprensión del pasado. Las aves modernas son, en realidad, los últimos dinosaurios, descendientes directos de los terópodos manirraptores. Su estructura ósea, su sistema respiratorio y hasta su forma de incubar los huevos confirman ese parentesco.
Hoy, la ciencia entiende que cada gorrión, halcón o pingüino lleva dentro una historia de 200 millones de años. La extinción del Cretácico eliminó a los grandes reptiles, pero no su linaje. Su legado sigue vivo en el cielo, donde miles de especies continúan la historia de aquellos seres que alguna vez dominaron la Tierra.
La clasificación de Seeley, más de un siglo después, sigue siendo una herramienta fundamental para entender la vida. De los colosos del Jurásico a las aves que cruzan las ciudades, los dinosaurios nunca desaparecieron: solo cambiaron de forma y siguieron volando.
















