El nuevo mapa de poder que deja la crisis en la ANDIS: tensiones internas y controles reforzados

Política19/11/2025REDACCIÓNREDACCIÓN
Congreso
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La secuencia de los últimos días expuso una realidad que se movía por debajo de la superficie: la estructura administrativa del Gobierno enfrenta un reacomodamiento forzado, con áreas clave bajo revisión y una dinámica interna marcada por desconfianzas, recelos y controles cruzados. El caso que involucró a la Agencia Nacional de Discapacidad detonó un proceso que excede por completo la discusión sobre responsabilidades penales. El impacto se siente en la forma en que funcionan los organismos, en la presión sobre los funcionarios y en la manera en que se articula la relación entre Casa Rosada, Economía y las segundas líneas del Estado.

El retiro de funcionarias, los allanamientos y las investigaciones paralelas alteraron la rutina del Ejecutivo, que desde hace semanas observa cómo un expediente judicial transforma decisiones internas. La preocupación ya no se concentra en el contenido puntual de las denuncias, sino en la velocidad con la que se multiplican los efectos colaterales sobre la gestión. Cada movimiento judicial obliga a revisar contratos, frenar procesos administrativos y reforzar mecanismos de control que hasta ahora se consideraban suficientes.


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El Gobierno busca estabilizar el tablero mientras convive con un fenómeno que se repite en todas las administraciones: las causas sensibles generan desgaste político, pero además tensionan los equipos técnicos, donde se observan renuncias, pases internos y reasignaciones inesperadas. Las áreas vinculadas a compras y contrataciones viven un clima de auditoría permanente, mientras que otras direcciones reclaman definiciones para evitar parálisis en proyectos en marcha.

La lectura que prevalece en despachos oficiales es simple y directa: la causa encontró al Gobierno en un momento de exposición y obligó a recalcular prioridades, con impacto en la planificación de fin de año y en la agenda parlamentaria. Algunas dependencias aceleraron actualizaciones de protocolos y pedidos de información preventiva para evitar que nuevas áreas queden bajo la lupa. La tensión se siente especialmente en las oficinas donde se manejan fondos sensibles o programas sujetos a acuerdos con provincias y municipios.


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La dimensión política también cambió. La aparición del caso en plena transición legislativa profundizó los roces internos entre sectores del oficialismo, donde la disputa por los espacios de poder se mezcló con sospechas y mensajes cruzados. La figura de funcionarios de segunda línea quedó atada a un esquema de presión que se intensifica a medida que avanza la investigación. No se trata solo de responsabilidades individuales: el episodio reabrió discusiones internas sobre cómo se distribuyen las tareas y quién controla los procesos decisorios.

Mientras tanto, el Congreso introdujo un capítulo propio con el informe de la comisión investigadora sobre el caso $LIBRA, cuyos datos encendieron otro tipo de alarmas por la escala del fenómeno y la cantidad de personas afectadas. Esa convergencia de expedientes generó un clima político particular, en el que la Justicia gana terreno como actor determinante de la agenda pública.

Dentro de la Corte Suprema, el pronunciamiento de uno de sus integrantes también abrió señales de incomodidad. La advertencia sobre la necesidad de mayor celeridad en causas sensibles fue interpretada como un mensaje directo a los tribunales que manejan expedientes ligados al poder político, lo que añade un capítulo institucional que nadie esperaba en esta etapa del año.


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En el entorno presidencial admiten que el caso modificó los ritmos internos y obligó a replantear estrategias que hasta hace semanas parecían firmes. La prioridad pasó a ser contener daños, ordenar equipos y anticipar movimientos judiciales para evitar más turbulencias. La dinámica interna, sin embargo, revela que las tensiones persisten y que la situación puede seguir escalando si aparecen nuevos elementos en la causa.

En un escenario donde la política buscaba capitalizar la victoria electoral, la crisis dejó expuesto un Gobierno que ahora trabaja bajo presión constante, observando cada paso de la Justicia y revisando cada decisión administrativa para evitar que otra chispa reactive el sistema.

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