Vassalli, la fábrica de las “Ferrari” argentinas, paralizada: sin insumos, sin sueldos y al borde del colapso

La imagen actual de Vassalli refleja el ocaso de un emblema industrial argentino. La fábrica que supo conquistar mercados con cosechadoras robustas, veloces y tecnológicamente avanzadas atraviesa hoy un estado de parálisis total. Los pasillos están vacíos, las líneas de producción apagadas y la incertidumbre domina cada rincón.

Los trabajadores describen una sensación amarga: lo que antes era una planta en constante movimiento hoy parece una carcasa gigante detenida en el tiempo. Nadie sabe cuándo volverán a encenderse las máquinas, ni si eso ocurrirá alguna vez con esta conducción empresarial.

La presencia del personal dentro de la fábrica responde a una decisión defensiva. Los operarios quieren evitar que ingresen terceros o que se produzca un nuevo vaciamiento, una palabra que recorrió la historia reciente de la firma. Permanecer adentro se convirtió en una medida de resguardo, no en un acto de confrontación.

Las familias de Firmat viven este proceso con angustia. No solo por la falta de sueldos, sino por lo que significa perder trabajo en una ciudad donde Vassalli es sinónimo de identidad industrial. Muchos hogares dependen directa o indirectamente del movimiento de la planta, desde proveedores metalúrgicos hasta comercios locales que sienten la retracción económica en cada crisis.

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El impacto emocional también pesa. Los operarios cuentan que hace años trabajan con una mezcla de orgullo y preocupación. Orgullo por fabricar máquinas reconocidas en todo el país. Preocupación por un presente que amenaza con borrar décadas de esfuerzo colectivo. “Cada vez que entramos, sentimos que defendemos algo que es de Firmat, no solo de una empresa”, repiten.

El rol de la familia Marsó es otro punto que genera malestar profundo. Los trabajadores aseguran que los dueños no muestran interés en la reactivación real. No hay un plan industrial, no hay presencia en la planta, no hay compra de insumos ni búsqueda visible de financiamiento. La conducción parece operar a distancia, sin vínculo con lo que ocurre puertas adentro.

La tensión creció también por la ausencia de comunicación. En las últimas semanas no hubo reuniones, ni llamados, ni informes. La empresa no explica qué piensa hacer ni cuándo piensa pagar. Esa falta de respuestas alimenta la desconfianza y la sensación de que la situación puede escalar.

Mientras tanto, la ciudad observa con impotencia. El movimiento económico de Firmat cayó en comercios, bares y talleres metalúrgicos, que dependen del pulso productivo de Vassalli. Cada crisis deja marcas profundas: menos consumo, menos inversión, menos empleo.

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Los especialistas en economía regional advierten que el derrumbe de Vassalli impactaría en toda la zona sur de Santa Fe. La fábrica no solo produce maquinaria: genera empleo calificado, sostiene cadenas de proveedores y forma mano de obra especializada, un recurso escaso en la industria nacional.

Otra preocupación atraviesa a los operarios: el avance del mercado internacional. Mientras Vassalli queda detenida, marcas extranjeras fortalecen su presencia en Argentina con modelos importados y redes comerciales agresivas. Cada mes sin producción es terreno ganado por competidores que sí operan con normalidad.

Los trabajadores sienten que la planta podría recuperarse con inversiones básicas. No hay un problema técnico ni productivo: el problema es la conducción. “Si entraran insumos, la planta produce. Si hubiera una conducción presente, la planta se ordena. Si hubiera un dueño que quiera trabajar, la fábrica arranca”, repiten en cada asamblea.

El gremio insiste en que no busca quedarse con la empresa, pero sí quiere evitar que se hunda sin resistencia. “Si hay interesados en comprarla, hay que abrir esa puerta. Lo que no puede pasar es esto: una fábrica que se apaga y dueños que miran para otro lado.”

Las próximas horas serán decisivas. Con sueldos impagos, sin un plan industrial y con la producción detenida desde hace semanas, la continuidad de Vassalli pende de un hilo. Firmat vuelve a esperar una señal que nunca llega, mientras el silencio empresarial se vuelve cada día más insoportable.