
Una mirada social que redefine la discapacidad y señala las barreras que siguen vigentes
Actualidad03/12/2025
REDACCIÓN
Las reflexiones en torno a la discapacidad volvieron a cobrar visibilidad durante la conmemoración internacional impulsada por la ONU desde 1992, una fecha que invita a revisar prácticas, prejuicios y modos de convivencia. La idea central que repiten especialistas y organizaciones es que las restricciones más duras no provienen del cuerpo o de los sentidos, sino de las barreras culturales, arquitectónicas y sociales que se encuentran cada día. Ese enfoque desplaza la mirada tradicional y coloca la responsabilidad en la forma en que se organiza la vida en comunidad.


La médica Valeria El Haj explicó que “la discapacidad no es un atributo individual, sino la interacción con un ambiente que no siempre contempla la diversidad humana”, una definición que resume el cambio conceptual que se impulsa desde hace años. Señaló que un obstáculo físico puede limitar más que cualquier condición motriz, del mismo modo que una conversación que excluye puede aislar con mayor intensidad que una dificultad auditiva. “Una mirada condescendiente puede herir más que cualquier dificultad física”, sostuvo al describir los gestos invisibles que reproducen desigualdades.
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En el centro de esa discusión aparece el impacto cotidiano de los entornos no accesibles. La especialista remarcó que “la inclusión se construye en la vereda, en la escuela, en el transporte, en el trabajo y en cada espacio de la vida diaria”, una definición que apunta a decisiones concretas y no a ideas abstractas. La accesibilidad dejó de ser un concepto técnico para transformarse en una acción diaria que involucra a vecinos, instituciones, empresas y gobiernos.
La Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, con fuerza legal en Argentina, sostiene esa misma lógica: la discapacidad aparece cuando el entorno bloquea la participación en igualdad. Este marco internacional ubica la responsabilidad en toda la sociedad, que debe eliminar prejuicios y revisar prácticas habituales. No se trata de actos de “ayuda” inspirados en la lástima, sino de derribar los estereotipos que reducen a las personas a su diagnóstico.
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La directora médica nacional de Ospedyc subrayó que “cuando el entorno acompaña con información clara, espacios accesibles, lenguajes respetuosos y actitudes que valoran a cada persona, las posibilidades se amplían y las barreras se desvanecen”, y agregó que la accesibilidad real se sostiene en decisiones permanentes. Los cambios que se buscan no dependen de grandes estructuras sino de ajustes cotidianos que permitan autonomía y participación.
En las organizaciones y en los grupos de trabajo esa mirada ya avanza con fuerza: se promueven materiales accesibles, señalización adecuada, comunicación respetuosa y capacitaciones para evitar suposiciones sobre lo que una persona puede o no puede hacer. Escuchar a quienes viven con discapacidad es el punto de partida para comprender qué obstáculos persisten, y también para identificar qué mejoras concretas son posibles en cada espacio.
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El Haj cerró su análisis con una frase que resume las transformaciones que se buscan impulsar: “Cuando una sociedad se organiza para que todos puedan participar, la discapacidad deja de ser un límite”, una idea que coloca el foco sobre los proyectos, los deseos y las capacidades de cada persona. En ese marco, el desafío es colectivo: garantizar un entorno que no cierre puertas y que reconozca a todos como ciudadanos plenos.
Fuente: NA.

















