

Las gaitas y los tambores volvieron a sonar en la Plaza del Pesebre de Belén, una postal ausente desde 2023 por la guerra en Gaza y las restricciones de circulación en Cisjordania. La ciudad, separada de Jerusalén por un control militar israelí, retomó los actos navideños en un clima austero y vigilado.


Jóvenes palestinos desfilaron junto a familias locales, mientras los puestos ofrecían comida típica a los más chicos. La celebración tuvo menos turistas que otros años, una consecuencia directa del conflicto que mantiene alejada a la mayoría de los visitantes extranjeros.
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“Este año, después de dos años de genocidio en Gaza, estamos celebrando aquí en Belén como una cuestión de paz y esperanza”, expresó Martinios Juha, estudiante palestino de 20 años, en diálogo con la agencia EFE. A pocos metros de la Basílica de la Natividad, resumió el espíritu que atravesó la jornada.
La movilidad sigue siendo un límite central. Para la mayoría de los palestinos, acceder a Belén implica permisos especiales para recorrer apenas nueve kilómetros, un trámite que muchos no consiguen. Incluso quienes los obtienen dudan en utilizarlos por temor a nuevos episodios de violencia.
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“Nuestra celebración aquí no es una alegría. Es un mensaje de esperanza”, sostuvo Juha, mientras la guerra continúa en Gaza, pese a un alto el fuego parcial. Las imágenes del desfile contrastaron con la preocupación constante por la situación humanitaria en la Franja.
El cardenal Pierbattista Pizzaballa, máxima autoridad católica en Tierra Santa, cerró la jornada con un llamado a sostener la vida. “Es posible celebrar en Gaza, es posible celebrar en Belén. Necesitamos celebrar todos los días del año”, afirmó ante los fieles.


















