LA LECCIÓN QUE DEBEMOS APRENDER DEL TEMPORAL EN BAHÍA BLANCA

La falta de planificación y prevención vuelve a dejar ciudades bajo el agua. Es necesario replantear el crecimiento de las ciudades en la Patagonia.

Actualidad17/03/2025Sergio BustosSergio Bustos
temporal las grutas
El temporal en Las Grutas es otro aviso.

Las inundaciones en Bahía Blanca vuelven a poner en evidencia la necesidad de obras hídricas y planificación urbana. Cada vez que un temporal golpea, la solidaridad se activa, pero la prevención sigue ausente. Cuando el agua se retira, la memoria se disuelve y todo queda en el olvido hasta el próximo desastre.

En Bahía Blanca, las lluvias provocaron un colapso total. Calles convertidas en ríos, casas anegadas y familias perdiéndolo todo. Mientras los camiones con donaciones llegaban a la ciudad, se repetía la misma historia de siempre: nadie esperaba que esto pasara con tanta intensidad, pero la posibilidad estaba sobre la mesa desde hace años. Las advertencias científicas se ignoraron y la inversión en infraestructura fue insuficiente.

La ciudad enfrenta un problema estructural. Las obras pluviales son escasas y la urbanización avanzó sin un plan de contención adecuado. La topografía de la zona favorece la acumulación de agua y la falta de desagües profundiza el problema. Cada tormenta fuerte pone en evidencia que la ciudad no está preparada para enfrentar fenómenos climáticos extremos.

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Mientras la ayuda solidaria se moviliza, las decisiones políticas siguen siendo postergadas. Es más fácil juntar frazadas y bidones de agua que invertir en obras de largo plazo. Pero sin planificación, la tragedia se repetirá. El problema no es la falta de conocimiento, sino la falta de voluntad para hacer lo necesario antes de que sea tarde.

La historia se repite con cada temporal. En Bahía Blanca, la acumulación de agua en los barrios periféricos dejó a cientos de familias sin hogar. Nada de esto es nuevo, pero la respuesta sigue siendo la misma: parches temporales en lugar de soluciones estructurales.

El cambio climático agrava la situación. Las lluvias son cada vez más intensas y las sequías más prolongadas. Esto genera un desequilibrio en el suelo y una mayor vulnerabilidad de las ciudades ante las tormentas. Sin un plan de adaptación, los daños serán cada vez mayores.

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Las ciudades crecen sin planificación. Los asentamientos en zonas bajas aumentan el riesgo de inundaciones. En Bahía Blanca, la urbanización sin control ha tapado canales naturales de drenaje. 

Los desagües pluviales están obstruidos. La basura acumulada en bocas de tormenta impide el drenaje del agua. En ambas provincias, la falta de mantenimiento de la infraestructura existente agrava las consecuencias de cada temporal. La combinación de urbanización desordenada y falta de obras genera un cóctel explosivo ante cualquier tormenta.

Cada vez que ocurre una catástrofe, las autoridades prometen soluciones. Pero cuando el agua baja, las promesas quedan en el aire y el ciclo vuelve a comenzar. En Bahía Blanca, los vecinos afectados denuncian que los mismos problemas de siempre siguen sin resolverse.

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Las alertas climáticas no se pueden ignorar. Los científicos han advertido que los eventos extremos serán cada vez más frecuentes. Sin embargo, la prevención sigue sin ser prioridad. Las ciudades están condenadas a sufrir las mismas tragedias una y otra vez.

Es necesario un cambio de mentalidad. La inversión en infraestructura no puede seguir siendo postergada. Se necesita planificación urbana basada en estudios científicos y en experiencias previas. No se puede esperar a la próxima tragedia para actuar.

La comunidad tiene un rol clave. Además de exigir a los gobiernos, debe haber un compromiso con el cuidado del entorno. El mal uso del suelo y la contaminación de canales pluviales agravan los problemas. Es un desafío conjunto que requiere acciones inmediatas.

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Las lluvias seguirán cayendo, pero la preparación marcará la diferencia. Bahía Blanca y el país tienen que aprender la lección antes de que sea demasiado tarde. Solo con planificación, inversión y conciencia se podrán evitar nuevas tragedias. La pregunta es: ¿esperaremos otra inundación para actuar?

   

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