A JUICIO POR UNA PELIGROSA PRÁCTICA TURÍSTICA

Dos hombres irán a juicio por lesionar a dos ciclistas durante una peligrosa práctica de parapente remolcado en Coronel Pringles. Consideran que hubo negligencia.

Actualidad23/03/2025Sergio BustosSergio Bustos
parapente
A juicio por imprudentes.

El viento levantaba tierra. El camino era rural. Dos ciclistas pedaleaban tranquilos hasta que una soga tensa los sorprendió en pleno trayecto y terminó en lesiones graves. El parapente avanzaba por el carril contrario. Nadie detuvo nada.

Néstor Agriello conducía el auto. Alejandro Zaffaroni iba en el parapente. Ambos impulsaban una actividad para turistas que consistía en remontar el ala delta con un vehículo en movimiento. No frenaron. No advirtieron. Dos personas terminaron heridas.

La justicia bahiense resolvió que irán a juicio. La Cámara Penal rechazó el sobreseimiento de ambos acusados, y confirmó la imputación por lesiones culposas. Los abogados defensores intentaron evitar el juicio. No lo lograron.

El hecho ocurrió en un camino de tierra que cruza la Ruta 85. Los ciclistas, un hombre y una mujer, hacían una salida recreativa. Del otro lado venía el vehículo. Atado a él, un parapente y una soga larga.

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“No vi nada. Solo polvo. Y de repente, la soga al cuello”, declaró la mujer. Trató de zafar. Se tiró para atrás. Cayó. Sintió que la soga le apretaba la garganta. Metió la mano para evitar el ahorcamiento.

Su compañero también fue golpeado. “La linga me dio de lleno en el brazo y el cuello”, relató. Iban despacio. El auto, más rápido. Entre la polvareda, no vieron la soga que cruzaba de lado a lado el camino.

La soga no se levantó. No cortaron el remolque. No cambiaron el rumbo. “Nos gritaron tarde”, dijeron las víctimas. Un testigo escuchó el grito: “¡Guarda con la soga!”. Llegó cuando el daño ya era inevitable.

Las lesiones fueron importantes. Manguito rotador roto. Tendones comprometidos. Golpes en la cabeza y el rostro. Hombros lastimados. Secuelas físicas y emocionales por una actividad que no tenía controles ni habilitación.

Zaffaroni y Agriello intentaron desligarse. Dijeron que no iban rápido. Que habían advertido a los ciclistas. Que el camino no estaba prohibido. Que el parapente no falló. Pero los jueces vieron otra cosa.

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La Cámara Penal consideró que hubo negligencia. Falta de previsión. Falta de cuidado. “Persistieron con la actividad pese al riesgo evidente”, escribieron los magistrados.

Un testigo que iba en el auto afirmó que Zaffaroni avisó sobre la presencia de ciclistas. Pero no frenaron. No detuvieron el remolque. No desviaron la marcha. Decidieron seguir hasta que el parapente levantara.

Otro testigo, que iba con Zaffaroni, confirmó que le pidió a Agriello que se tire a la banquina. No hubo reacción. “La soga seguía bajando, y los ciclistas venían de frente”, describió. Nadie modificó nada.

La mujer contó que creyó que iba a morir. La soga le entró al cuello. Se tiró para atrás. Su compañero trató de ayudarla. Terminó también golpeado. La escena fue confusa, pero la soga dejó marcas.

“Era una nube de tierra. No entendíamos qué pasaba”, dijeron. Recién después vieron al auto y el parapente. Comprendieron que habían chocado con una práctica peligrosa, en un lugar inapropiado.

El parapente se remontaba dentro de un campo, pero el vehículo tiraba por el camino rural. La linga se cruzaba entera sobre el sendero. Era invisible entre el polvo. Una trampa inesperada para cualquier persona.

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La defensa argumentó que el lugar no estaba prohibido. Pero la Cámara respondió que “el riesgo imponía medidas de seguridad extremas”. Nada de eso ocurrió. Ni carteles, ni desvíos, ni control.

El Tribunal también remarcó que circulaban por el carril contrario. Con velocidad. Con una soga que invadía el paso. Y que, en lugar de frenar, insistieron con la maniobra para remontar el vuelo.

Los ciclistas no pudieron anticiparse. No vieron el peligro. No hubo advertencia efectiva. Y las consecuencias pudieron ser aún peores, según la evaluación médica posterior.

Uno de los acusados dijo que intentó frenar. Que gritó. Que los ciclistas no paraban. Que el otro debía soltar el parapente. La justicia consideró que los dos compartían responsabilidad.

“No solo advirtieron que estaban invadiendo el carril, sino que persistieron con la actividad aun viendo a las víctimas de frente”, escribieron los jueces en su resolución. La decisión fue firme.

Ahora, Agriello y Zaffaroni enfrentarán un juicio oral. Tendrán que explicar por qué no tomaron recaudos. Por qué no detuvieron la práctica. Por qué pusieron en riesgo la vida de otros por una actividad no controlada.

El caso abre preguntas. ¿Qué controles existen para estas prácticas? ¿Quién habilita zonas de vuelo? ¿Qué responsabilidad tienen quienes lucran con deportes de riesgo? Nadie controla. Nadie avisa. Pero alguien siempre paga.

La causa continúa. El juicio podría definirse este año. Mientras tanto, las víctimas todavía cursan tratamientos por las lesiones. Esperan justicia. Quieren una respuesta. Y no quieren que le pase a nadie más.

   

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