


La publicación de los resultados de las pruebas Aprender 2023, por primera vez aplicadas en tercer grado, reveló datos que encendieron todas las alarmas: uno de cada diez estudiantes argentinos no puede leer textos sencillos y solo el 18% alcanzó el nivel más alto de comprensión. En Chubut, si bien el panorama es levemente mejor, el 7,2% de los niños no sabe leer.
Pablo Mainer, vocero de la organización Argentinos por la Educación, analizó estas cifras en una entrevista con el programa El Quinto Poder por #LA17 y fue contundente: “Estamos viendo resultados muy tristes, necesitamos priorizar la alfabetización en las políticas públicas”.
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La prueba, tomada por primera vez en los primeros años de primaria, permitió medir el dominio de una competencia esencial antes de que sea demasiado tarde para intervenir. “Hasta ahora las evaluaciones se hacían en sexto grado, pero a esa altura ya perdimos tiempo valioso”, explicó Mainer.
El dato más preocupante es que el porcentaje de niños que no comprenden lo que leen se duplica en contextos vulnerables. En esas escuelas, dos de cada diez alumnos no logran alcanzar una lectura funcional, lo que los ubica en una condición de analfabetismo estructural que arrastra consecuencias para el resto del aprendizaje escolar.
La desigualdad entre escuelas públicas y privadas también quedó expuesta. Mientras que el 62% de los alumnos de escuelas privadas alcanzan niveles altos de comprensión lectora, en las escuelas públicas lo logran apenas el 39%. Según Mainer, esto no se debe a la calidad de los docentes, que muchas veces enseñan en ambos sistemas, sino a las diferencias en el contexto institucional, los recursos disponibles y la composición social de las aulas.
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“Hoy las escuelas están más segregadas. Antes convivían niños de distintas clases sociales. Hoy las privadas concentran a los sectores favorecidos”, explicó el referente.
A pesar de la gravedad del diagnóstico, Mainer destacó como un avance positivo que todas las provincias hayan activado planes de alfabetización luego de la difusión de estos resultados. Sin embargo, fue enfático en advertir que sin continuidad no hay transformación posible. “Lo que no se mide no se mejora”, sostuvo, y pidió que las pruebas Aprender se repitan cada año en tercer grado.
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También propuso reformas de fondo: aulas más chicas, tutorías personalizadas y formación docente permanente, aprovechando que la baja natalidad proyectada a futuro permitirá una reorganización del sistema con más recursos por alumno.
Por último, subrayó que la escuela no puede sola. “En las casas donde no hay libros ni estímulo, la brecha se agranda. El rol familiar es clave”, concluyó. Y cerró con una advertencia que atraviesa todo el sistema educativo: “Necesitamos políticas sostenidas más allá del color político. Los chicos no pueden esperar más”.







