
Berlín, mate y zapallitos: la vida de una patagónica entre arte y silencios
Chubut17/06/2025
REDACCIÓN
“Me vine a Berlín”, dice Carolina Pretell desde la capital germana, donde vive desde hace más de dos décadas para comenzar la charla con #LA17. Nacida en la Patagonia y formada en Córdoba, esta artista e investigadora sostiene un lazo vital con sus afectos en Sierra Grande y Puerto Madryn. Se define como una patagónica con corazón dividido entre culturas y raíces.


El arte fue su brújula. Carolina estudió Bellas Artes en Argentina y se especializó en Historia del Arte y Etnología en Berlín, donde trabaja en el Museo Etnológico y acompaña procesos creativos de forma privada. “No doy clases, acompaño caminos”, explica sobre su rol como curadora y facilitadora.
La entrevista con Carolina Pretell fue realizada en el programa “Charlas del Sur” por #LA17, donde relató cómo llegó a Berlín, su conexión con el arte y su vida diaria entre dos mundos. Allí compartió recuerdos íntimos, reflexiones sobre el idioma y su experiencia migrante.
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Su llegada a Alemania fue impulsada por un lazo familiar. Hija de madre alemana y padre peruano, visitó Berlín por primera vez junto a sus padres y sintió que esa ciudad contenía todo lo que buscaba: arte, diversidad, cultura y espacios verdes. “Berlín es intensa pero permite bajar el ritmo cuando lo necesitás”, resume.
No todo fue simple: el idioma fue una barrera al principio. “Te sentís analfabeto al llegar sin hablar alemán, aunque tengas una carrera y experiencia”, recuerda. Recién después de ocho años comenzó a sentirse verdaderamente bilingüe. En su hogar, sin embargo, predomina el español: su compañero Estanislao también es argentino.
El recuerdo de su padre, el querido médico Rómulo Pretell, está presente en cada palabra. “Era un alma tierna. Lo extraño profundamente”, dijo emocionada al aire, mientras sonaba la canción “Para Carito”, apodo que usaba su papá y que le da nombre al tema.
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Además del arte, hay huerta. En Berlín, Carolina accedió a una parcela comunitaria donde cultiva zapallitos de tronco, verduras y flores. Esa conexión con la tierra, dice, le devolvió el valor del silencio. “Hay días en que la música cede y los sonidos del jardín lo llenan todo”.
La carne argentina es otro ritual que solo puede disfrutar cuando visita su país. “El bife, la milanesa, el criollito… son recuerdos que llevo conmigo”, admite. Por eso, cuando viaja, siempre vuelve con yerba en la valija. “Tomo mate todos los días, es parte de mí”.
Cree que el arte tiene más espacio en Berlín que en Argentina, aunque reconoce avances en los últimos años. “Acá existen estructuras estatales y comunitarias que sostienen al arte en todos sus niveles, desde museos hasta espacios alternativos”. Su rol en el museo incluye visitas guiadas y talleres para niños, donde mezcla historia, expresión y juego.
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Aún lejos, Carolina mantiene los vínculos intactos. Nombra con cariño a sus hermanas, cuñados, sobrinos y amigos de Sierra y Madryn. Cree que la radio y la palabra siguen siendo puentes. “Volveremos a charlar”, promete, y lo dice con esa mezcla hermosa de acento porteño y afecto universal que la define.

















