
A 43 años del día que Puerto Madryn se quedó sin pan, la ciudad honra a sus veteranos
Chubut18/06/2025


Puerto Madryn conmemora un nuevo aniversario del histórico recibimiento a los ex combatientes de Malvinas, ocurrido el 19 de junio de 1982, fecha que la ciudad recuerda como “el día que Madryn se quedó sin pan”. Este año se cumplen 43 años de aquel gesto espontáneo, y la comunidad lo evocará con una serie de actividades culturales, educativas y simbólicas que se extenderán desde este martes 18 hasta el viernes 21. El acto central tendrá lugar el jueves, con la colocación de una cápsula del tiempo en el monumento a los caídos, donde autoridades, vecinos y veteranos compartirán un momento cargado de memoria y respeto.

Entre las actividades previstas se incluyen charlas, visitas guiadas, presentaciones escolares y muestras temáticas. La Subsecretaría de Cultura junto a distintas organizaciones de ex combatientes convocaron a instituciones educativas y público general a participar de espacios donde la historia y la transmisión de valores encuentran nuevas formas de resonar. En este marco, se sumará una presencia que hasta ahora no había formado parte de los homenajes locales: la veterana Silvia Barrera, instrumentadora quirúrgica que formó parte del equipo de sanidad del ARA Irizar durante la guerra.
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Silvia tenía 23 años cuando subió al rompehielos como parte del primer grupo femenino de sanidad militar conjunta. Su rol fue esencial en las operaciones médicas que atendieron a los soldados heridos durante y después del conflicto. “Instrumentábamos cirugías, calmábamos, conteníamos. A veces alcanzaba, a veces no”, contó en diálogo con #LA17. Su relato, que conmovió a la audiencia, se escuchará también esta semana en distintas instituciones de la ciudad, donde ofrecerá dos exposiciones públicas sobre su experiencia y el rol silenciado de las mujeres en Malvinas.
Su historia expone una dimensión del conflicto que durante décadas permaneció oculta. No fue militar ni figura pública, pero su labor fue vital. En el Irizar, donde trabajó con médicos y enfermeros de las tres fuerzas, las jornadas eran interminables. Los heridos llegaban en condiciones que desbordaban cualquier protocolo sanitario. “No estábamos preparadas para eso, pero lo hicimos igual”, relató con voz serena y firme. Lo que en otro contexto hubiera sido una rotación quirúrgica, en la guerra se transformó en supervivencia compartida.
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Según cuenta, solo uno de los heridos falleció mientras estaba bajo su cuidado. Los demás sobrevivieron y muchos de ellos aún mantienen contacto con ella. En cada charla, en cada reencuentro, reviven lo vivido sin romanticismo ni eufemismos. “Nos vemos, hablamos, damos charlas juntos. Quedamos unidos para siempre”, expresó. Para Silvia, la guerra no terminó en 1982. Continuó en el silencio que se impuso luego, cuando regresó al país y nadie le preguntó qué había hecho ni cómo había sido estar ahí.
Durante mucho tiempo, las mujeres que participaron activamente en el conflicto no fueron reconocidas ni consultadas. “Nos ignoraron. Por mujeres, por civiles, por estar en la retaguardia”, explicó. La desmalvinización borró sus nombres de los relatos oficiales. “Nunca se preguntaron si hubo mujeres en Malvinas”, agregó. Recién en 2019, casi cuatro décadas después, volvió a subir al Irizar como invitada. Fue la primera vez que alguien la convocó. La primera vez que alguien agradeció.
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La maternidad, el trabajo y la rutina ocultaron durante años su historia. Como muchas veteranas, Silvia guardó en silencio lo que había vivido. Fue recién cuando sus hijos crecieron que decidió empezar a contarlo. Desde entonces, visita escuelas, universidades y centros culturales para compartir lo que vio y sintió. No busca homenajes personales ni medallas, sino memoria. “No queremos premios. Queremos que sepan que estuvimos ahí”, sostiene.
Cada vez que se reencuentra con ex combatientes, el vínculo se renueva. Aunque no hayan compartido el mismo espacio físico, la experiencia de la guerra los une en un lenguaje profundo. “Nos encontramos y hablamos un idioma que solo entendemos nosotros”, señaló. Las heridas no siempre se ven, pero están. Y al recordarlas juntos, transforman el dolor en memoria activa.







