La explosión que marcó a Madryn: A 65 años del incendio de La Anónima

Chubut25/07/2025Sergio BustosSergio Bustos
incendio la anonima
La Anónima explotó.

Una esquina tranquila se volvió tragedia el 25 de julio de 1960. A las 9 en punto, Federico Dunker, Ricardo Álvarez y Enrique Navarrete se reunieron en la ochava de Yrigoyen y Roca para abrir la sucursal local de La Anónima. No sabían que el gas acumulado durante todo el fin de semana convertiría el comercio en una bomba.

El fósforo encendido por Álvarez desató el caos. Algunos recuerdan que lo hizo para prender los caloramas; otros aseguran que buscaba encender un cigarrillo. La llama fue suficiente. La onda expansiva destruyó el edificio, arrojó a Navarrete veinte metros calle abajo y cubrió de fuego una de las esquinas más emblemáticas de Puerto Madryn.

El estallido fue tan violento que el techo se desplomó y los productos salieron volando. Muchos vecinos corrieron al lugar, no con miedo, sino con asombro. El fuego, lejos de apagarse, convirtió la escena en un espectáculo que duró días.

Los depósitos de caucho alimentaron las llamas sin pausa. La ciudad, aún pequeña y sin cuerpo de bomberos propio, no pudo hacer más que mirar. Nadie murió. Pero el susto caló hondo.


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Las latas de leche condensada, convertidas en dulce de leche por el calor, circularon de boca en boca y de casa en casa. Madryn empezaba a contar su leyenda urbana.

¿Quién apagó finalmente el fuego? Algunos dicen que lo hizo solo, cuando ya no había más que consumir. Otros recuerdan una autobomba desde Trelew, aunque los bomberos voluntarios de esa ciudad recién se organizaron en 1976. Tal vez fue la Policía.

El incendio encendió otra llama: la de la organización civil. Vecinos preocupados por la falta de respuesta decidieron crear su propia Asociación de Bomberos Voluntarios. La chispa inicial, literal, derivó en una respuesta colectiva que marcó un antes y un después en la historia local.

Hoy, a 65 años, Madryn recuerda aquella mañana con mezcla de miedo y admiración. Una tragedia sin muertos, una postal imborrable y un punto de inflexión para la ciudad.


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Los relatos de esa jornada sobreviven gracias a las voces de quienes estaban allí. Desde las redes de la Asociación de Bomberos hasta los encuentros del Centro de Estudios Históricos y Sociales, el testimonio colectivo mantiene viva la memoria.

El 3 de agosto de 2024, muchos de esos recuerdos volvieron a sonar. En un taller organizado por la Asociación y el Centro de Estudios, se sumaron nuevas voces y se tejieron los últimos hilos de una historia que aún arde en la memoria colectiva.

Enrique Navarrete sobrevivió a la explosión y se convirtió en símbolo. Su cuerpo envuelto en la persiana metálica volando por el aire es una de las imágenes más recordadas por los testigos.

Puerto Madryn, entonces una aldea, aprendió a cuidarse sola. Aquella mañana helada de 1960 no solo destruyó un edificio. Encendió una conciencia ciudadana que nunca se apagó.

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