

Durante décadas, enfrentar a los All Blacks fue una especie de castigo para Los Pumas. El poderío físico, la precisión táctica y la tradición ganadora de Nueva Zelanda parecían inalcanzables. Pero algo empezó a cambiar en los últimos años, y ayer en Vélez esa transformación se volvió a hacer carne.


Con un 29-23 inolvidable, Argentina logró su cuarta victoria histórica ante los neozelandeses. Fue por la segunda fecha del Rugby Championship, frente a una hinchada que nunca dejó de creer. Y si alguna vez existieron fantasmas en estos partidos, esta vez no aparecieron.
El equipo conducido por Felipe Contepomi supo cuándo resistir y cuándo atacar. Hubo momentos de tensión, pero nunca de desesperación. La defensa fue sólida y el control del ritmo del partido, quirúrgico.
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Lo llamativo no es solo el resultado, sino la forma en que se logró. Los Pumas no ganaron de casualidad ni por errores ajenos. Ganaron porque fueron mejores en los momentos clave y jugaron con convicción.
El historial sigue siendo duro: más de 40 partidos, solo cuatro triunfos argentinos, un empate en 1985 y muchas derrotas. Pero las distancias se acortaron como nunca antes. Y eso ya no se discute.
“Hoy demostramos que no es casualidad, que podemos competir y ganar”, dijo Contepomi tras el pitazo final. Lo de Vélez fue un acto de madurez colectiva. El equipo no se desarmó ante la presión.
Desde su ingreso al Rugby Championship en 2012, Argentina dio un salto. Pasó de jugar esporádicamente con los grandes a hacerlo todos los años, con todo lo que eso implica. Ese roce, aunque doloroso al principio, fue transformador.
Hoy, el haka ya no intimida como antes. Los Pumas lo miran de frente, con respeto pero también con la certeza de estar a la altura. El juego físico, la estrategia y el carácter están ahí, más sólidos que nunca.
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Cada una de las cuatro victorias argentinas tuvo algo especial. La de ayer, por ser en casa, fue la más emocional. Fue también una señal de que la localía puede pesar, incluso contra los mejores.
Los Pumas ya no son solo un equipo que sueña con dar el golpe. Ahora saben cómo hacerlo, y lo hacen. Ya no se trata de resistir, sino de dominar pasajes del juego y cerrar los partidos con cabeza y corazón.
Esta victoria no cambia solo una estadística. Cambia el tono de la conversación. Los Pumas dejaron de ser una promesa lejana para convertirse en una realidad concreta.

















