

El deporte patagónico despidió este miércoles a una de sus figuras más queridas: Darwin Williams. Su fallecimiento marcó el cierre de un capítulo fundamental en la historia del Club Guillermo Brown. Fue mucho más que un jugador; fue símbolo, memoria viva y referencia permanente.


Nacido en Gaiman en 1935, Darwin fue hijo de Edward Williams, empleado del correo y uno de los impulsores de la creación del club. Desde muy chico mostró una conducta ejemplar, tanto en el estudio como en el deporte. Fue escolta de la bandera en la secundaria y nunca abandonó la responsabilidad que lo caracterizaba.
Junto a su hermano gemelo Irving, formó una dupla recordada por todos. En básquet eran letales: uno movedizo y goleador, el otro férreo y combativo. En fútbol, Darwin brilló como delantero y fue campeón invicto en 1954, dejando una huella imborrable.
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Los Williams llegaron a Puerto Madryn en 1944, cuando apenas eran adolescentes. El club Brown, fundado con el empuje de su padre, se convirtió rápidamente en su segunda casa. Allí se formaron como deportistas, como amigos y también como dirigentes.
Darwin nunca dejó de estar vinculado al club, incluso cuando sus responsabilidades lo llevaron a estudiar en La Plata. Allí se recibió de agrimensor y regresó a Madryn con la intención de aportar desde otro lugar. Fue clave en la preparación de las canchas del Raúl Conti en los años 60, gracias a sus conocimientos técnicos.
Su compromiso con los colores azul y blanco fue total. Participó activamente en la vida institucional, colaboró con la formación de jóvenes y siempre estuvo dispuesto a sumar. Quienes lo conocieron, destacan su humildad y ese modo firme pero cálido de enseñar con el ejemplo.
La historia de los Williams es también la historia del club. En tiempos donde todo se hacía a pulmón, ellos fueron pilares. En cada título, en cada reforma, en cada proyecto, hay algo del trabajo silencioso y constante de Darwin.
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Con la partida de Darwin, se va una parte entrañable de la identidad browniana. Sin embargo, su legado sigue intacto en cada rincón del Raúl Conti. “Nos deja su forma de vivir el deporte, con entrega, respeto y pasión”, expresaron desde la dirigencia.
Las redes sociales del club se llenaron de mensajes emotivos. Familiares, exjugadores y vecinos recordaron anécdotas, fotos antiguas y gestos que lo pintaban de cuerpo entero. La Comisión Directiva acompañó con respeto a la familia Williams en este momento tan triste.

Hoy, Darwin e Irving vuelven a estar juntos, alentando desde lo alto como lo hicieron toda su vida. El club que los vio crecer y los tuvo como referentes jamás los olvidará. Sus nombres ya están escritos para siempre en la historia grande del deporte patagónico.

















