
El estrés y la ansiedad deterioran la intimidad de las parejas y ponen en riesgo la salud sexual
Actualidad04/09/2025
REDACCIÓN
El Día Mundial de la Salud Sexual vuelve a poner en agenda un tema que suele quedar relegado en medio de la rutina diaria. El bienestar íntimo depende no solo de lo físico, sino también de la forma en que cada persona maneja el estrés y la ansiedad, dos factores que hoy figuran entre los principales obstáculos de la vida sexual. La Organización Mundial de la Salud define este estado como una integración entre lo biológico, lo psicológico y lo social, una visión que permite entender por qué las emociones y la sobrecarga mental inciden tanto en la intimidad.


Las preocupaciones laborales, el cuidado de los hijos y las demandas de la vida moderna funcionan como distractores permanentes. Ese nivel de tensión suele provocar una baja del deseo, más discusiones y un clima emocional que interfiere en los encuentros sexuales. Según la Clínica Mayo, incluso la depresión, los conflictos de pareja o una imagen corporal negativa son disparadores que afectan la vida erótica y, si no se atienden, pueden transformarse en disfunciones persistentes.
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El médico argentino Sergio Pasqualini, director de Halitus Instituto Médico, sostiene que cuidar la sexualidad es tan importante como mantener otros hábitos saludables. “Una vida sexual satisfactoria no solo fortalece el vínculo de pareja, sino que también favorece la fertilidad”, explicó, al remarcar que la excitación y el orgasmo generan efectos positivos en la circulación, en el sistema hormonal y en el bienestar general.
Los expertos subrayan que el estrés puede tener distintas consecuencias según la etapa de la relación. En vínculos recientes, puede provocar inseguridad y alejamiento; en relaciones de larga duración, muchas veces se traduce en incomunicación y rutina. El sexólogo estadounidense Robert B. Weiss advirtió que “para algunas personas, estos sentimientos generan la necesidad de distanciarse emocionalmente, mientras que en otras pueden potenciar conductas sexuales problemáticas como la infidelidad o la compulsión”.
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Uno de los aspectos más complejos es la dificultad para relajarse y desconectar de las obligaciones. El cuerpo en estado de alerta bloquea la posibilidad de disfrutar plenamente de la intimidad, y esa tensión puede derivar en anorgasmia, disfunción eréctil o dolor durante el encuentro. A su vez, los conflictos con la imagen corporal y la distancia geográfica en parejas con agendas cargadas terminan de agravar el panorama.
Frente a este escenario, los especialistas coinciden en que la comunicación es la primera herramienta para evitar que los problemas se profundicen. Hablar de lo que pasa, expresar necesidades y animarse a incorporar recursos —desde juguetes sexuales hasta acompañamiento terapéutico— puede marcar una diferencia notable. Cuando la situación se prolonga, la consulta profesional se convierte en una vía eficaz para recuperar el bienestar sexual.
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Pasqualini es contundente: “Se puede vivir sin sexo, pero si se lo tiene y se lo cuida, es un plus que potencia la salud, la fertilidad y la calidad de vida”. El mensaje apunta a derribar prejuicios y a visibilizar que la sexualidad debe formar parte de los hábitos de autocuidado, al mismo nivel que la alimentación, el ejercicio o el descanso.
Weiss, por su parte, recomienda estrategias simples para restablecer la conexión: reservar tiempo exclusivo para la pareja, limitar compromisos externos, crear pequeños rituales cotidianos y sostener hábitos saludables que reduzcan la ansiedad. Son pasos que permiten volver a encontrar la cercanía perdida y que devuelven a la intimidad su dimensión de encuentro afectivo y físico.
Fuente: Infobae.




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